sábado, 30 de outubro de 2021

PODEMOS APRENDER A AMAR

 

Una reflexión a partir de Deut 6, 2-6; Heb 7, 23-28; Mc  12, 28-34



 

Los mandamientos nacen en un contexto de confianza mutua entre Dios y su pueblo: Dios tiene un propósito salvífico universal y confía al pueblo de Israel la misión de ser instrumento de su salvación para todos los pueblos. A su vez, este pueblo le confía a Dios su vida, recibiendo instrucciones, protección y cuidados como señales concretas del amor divino por él. Vivir los mandamientos es una experiencia central en la vida de este pueblo para quien la Palabra de Dios es la Ley y la Ley es Palabra de Dios, hay, por lo tanto, una estrecha relación entre la Ley y la Palabra, porque los mandamientos nacen del corazón de Dios que cuando habla indica el camino correcto para una vida feliz y realizada. La obediencia a los mandamientos es la fuente de bendiciones que llevan a la vida, mientras la desobediencia a ellos lleva a la muerte.

Por lo tanto, la fuente de los mandamientos es el amor a Dios, Él es amor y ama gratuitamente. Su Ley es el amor. Esta Ley no obliga, sino que es un don que conduce a la libertad. Este es el significado del discurso de Moisés al pueblo de Israel, de acuerdo con el texto del Deuteronomio. Por medio de Moisés , Dios habla al pueblo de corazón a corazón, pues desea fijar su Ley en el corazón de todos y todas. Quien es capaz de amar vive verdaderamente la Ley de Dios. Y ama a Dios quien organiza toda su vida de acuerdo con su voluntad. San Pablo dirá en una de sus cartas: “Quien ama cumple toda la Ley”. La carta a los Hebreos nos habla de la superioridad del sacerdocio de Cristo en relación con aquello de el Antiguo Testamento. A diferencia de aquellos sacerdotes, Cristo no necesita ofrecer sacrificios por los pecadores; él se ofreció por amor, por lo tanto, la ofrenda perfecta, garantizando la salvación a todos.

Normalmente los encuentros de Jesús con los líderes judíos son conflictivos, pero esta vez este doctor de la ley que se acerca a Jesús parece amigable. La prueba de esto es que al final el diálogo termina con un intercambio de elogios y afecto de las dos partes. Él preguntón Jesús cuál es el primer mandamiento entre todos. Jesús no responde su pregunta directamente, sino evocando a “Shemah Israel” (¡Escucha Israel!), Él nos hace entender lo esencial de la Ley, o sea, el amor a Dios y al prójimo. Guardar esta realidad en el corazón es más importante que memorizar todos los mandamientos inventados por ellos, desviando la atención de lo que realmente es esencial.

De acuerdo con el primer mandamiento, no se ama a Dios de cualquier forma, sino con todas las potencias de la vida, a saber: con el corazón, con el alma, con la inteligencia y con la fuerza. Y todavía no será amor verdadero si no amas al prójimo. En otras palabras, la correspondencia al amor que nos amó se da en dos direcciones: Dios y el prójimo. Uno no puede existir sin el otro. Santiago habla duramente sobre esta realidad: “quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su prójimo a quien ve, es un mentiroso”. El amor a los hermanos y hermanas es el verdadero sacrificio que agrada a Dios. En su respuesta, Jesús no se refiere a un decreto que debe ser obedecido, sino a una relación que se ha de vivir. Debemos reconocer que no es una tarea fácil. Cuanto más progresamos en la vida, más experimentamos como es difícil amar verdaderamente a Dios y al prójimo.

Jesús era consciente de esa dificultad cuando todavía estaba con sus discípulos. Por eso se ofreció como modelo y motivación. A partir de él, se vuelve posible amar a Dios sin descuidar al prójimo. Para él, lo esencial es amar; por eso él lo llamará “nuevo mandamiento”. Esa expresión no significa que Jesús agrega algo nuevo, puesto que tanto el mandamiento de amar a Dios, como el de amar al prójimo ya existían antes que él. Entonces, ¿dónde está la novedad? Está en el hecho de que las dos palabras juntas forman una sola, el único mandamiento. Quien sabe poner el amor en primer lugar y por encima de todo no está lejos del Reino, porque actúa como Jesús.

En nuestra realidad nos parece difícil amar de verdad porque tal vez todavía no tengamos la conciencia de ser amados locamente por Dios. “Podemos aprender a amar se nos dejamos amar por Dios, porque no podemos amar sin ser amados y sólo Dios puede amarnos verdaderamente, porque es Amor”. El famoso sur africano Nelson Mandela dijo: “las personas no nacen odiando. Para odiar tienen que aprender. Si pueden aprender a odiar, también pueden aprender a amar, porque el amor es el sentimiento que llega primero al corazón humano”. ¡Responder al Amor es posible! Entonces, respondamos al Amor, amando como él nos amó primero.


Fr Ndega

Traducion: Nomade de Dios

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