domingo, 17 de outubro de 2021

ENTRE USTEDES NO DEBE SER ASÍ.

 

Reflexión sobre Is. 53, 10-11; Heb. 4, 14-15; Mc 10, 35-45



 

La vida de quien sirve a los demás, según la caridad de Cristo, está llena de sentido porque experimenta la verdadera alegría: “Hay más alegría en dar que en recibir”, nos dice la Palabra. La persona realizada no es aquella llena da títulos y éxitos, sino aquella que aprendió a hacer de la vida un don para los otros con humildad y paciencia. Así dice San Pablo: “No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. (Filipenses 2, 3-4). Viven de verdad solamente aquellos que sirven a los otros, no aquellos que se sirven de los otros. Aquí se aplica muy bien la máxima: “quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Es precisamente sobre eso que la liturgia de este domingo nos hace reflexionar.

La primera lectura, del profeta Isaías, está sacada de uno de los canticos del “Siervo del Señor”. De acuerdo a este texto, el siervo es una persona verdaderamente realizada porque logró darle un verdadero sentido a su vida, dándola por los otros. Su existenncia es preciosa a los ojos del Señor y todo lo que él hace tiene por objetivo revelar la voluntad de aquel que se hizo siervo. Debido a la fidelidad al Señor que lo ama y está cerca de él, muchas personas son salvadas.

Según la Carta a los Hebreos, Jesús realizó plenamente su sacerdocio dando su vida como sacrificio por la salvación de todos. Él es capaz de comprendernos en nuestras miserias, porque él quiso experimentar en su propia piel lo que sentimos. Este es el sacerdote que necesitamos, alguien como nosotros, que toma sobre sí nuestras flaquezas – excepto el pecado – para mostrarnos el camino para resistir las inspiraciones del mal y vencerlas con la ayuda de su gracia. Debemos dirigirnos a él  con plena confianza, con la seguridad de que nunca seremos defraudados.

En el Evangelio, después que Jesús revela por tercera vez el misterio de su Pascua, o sea, su pasión y muerte y la gloria de la resurrección, dos de sus discípulos fueron hasta él para pedirle puestos de honor, a su derecha y a su izquierda. En otra ocasión, mientras Jesús hablaba sobre esos eventos importantes, los discípulos discutían sobre quien debería ser el mayor entre ellos. Así, mostraron que las expectativas y la manera de pensar de ellos todavía estaban distantes de la propuesta de Jesús: al comprender que esa mentalidad estaba presente también en los otros, él llamó a los doce para traerlos de vuelta a lo esencial de su seguimiento.

Los dos discípulos estaban buscando el prestigio, el suceso, la fama y el poder dominar. Los otros diez también andaban por el mismo camino y no querían quedar atrás en la disputa. Ellos estaban conduciendo su vida en una dirección totalmente opuesta a la propuesta de su maestro. En otras palabras, ellos tenían un plan de vida muy claro para cumplir, per eligieron a la persona equivocada para cumplir con ese plan. Delante de esa división en el grupo, debido a la competencia para ser los primeros y dominar, Jesús los llama hacia sí como lo hizo la primera vez, corrigiendo lo que está equivocado: “Remueve la idea que ellos construyen sobre sí mismo” y sobre él.

Jesús usa esta oportunidad de retomar con ellos las condiciones para ser verdaderos discípulos. Ellos tendrán que entender que él tiene una elección y una mentalidad diferente a la del mundo. “En el Reino de Jesús, quien tiene autoridad no existe para explotar a los otros o para depender de su honra y el servicio del pueblo, sino que los líderes son siervos del pueblo”. El punto de referencia para todo eso se encuentra en la propia vida del maestro Jesús: “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”. No hay otra manera de encontrar el verdadero sentido de la vida. Quien decide seguir a Jesús no puede continuar pensando y actuando como antes; la persona termina más buscando el bien de los otros que de sí mismo.

“Jesús encontró gran resistencia en Jerusalén, le costó la vida. Pero lo que Jesús experimenta es un servicio de amor a su pueblo”. Es por la fe en Cristo y por la inspiración de la palabra de Dios que la persona puede enfrentar adversidades, rechazo y sufrimientos sin negar su fe. En cada gesto de bondad estamos llamados a vivir la propuesta de Jesús de hacer de la vida un don para los demás. La mentalidad que nos rodea nos lleva a buscar ser servidos en vez de servir, dominar a los otros y sentirnos mejores que ellos. Pensamos hasta en justificar eso con el uso de la frase: “todo el mundo lo hace así” o “es así en todos lados”. Pero Jesús es muy claro en su exhortación: “entre ustedes no debe ser así”. Por vocación, somos diferentes, pero eso no significa que seamos mejores que los otros. Nuestra característica es la caridad y el servicio.

Cargamos en el corazón un profundo deseo de fidelidad a Aquel que nos confió una misión. Podemos superar lo que no está bien en nuestra vida porque no caminamos solos. Aquel que aceptó entregarse como un don a todas las personas es nuestro modelo y nuestra garantía, su ayuda para que podamos perseverar en el servicio al prójimo aún en medio de las dificultades. Si es el amor lo que da sentido a la vida, no hay otra forma de vivir con sentido, sino por el servicio humilde y generoso a los demás como una forma concreta de amor. Esta es también una identificación con Aquel que “murió y resucitó por nosotros, se ofrece a nuestra libertad y nos llama a buscar, a descubrir y a anunciar este sentido verdadero y pleno”.


Fr Ndega

Traduciòn: Nomade de Dios

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