sábado, 16 de dezembro de 2023

DEJAR A DIOS QUE SEA DIOS

 

Reflexión a partir de Is 61, 1-2a. 10-11; 1Tes 5, 16-24; Jn. 1, 6-8.19-28

 

¡“Me alegro plenamente en el Señor”, “Alégrense siempre en el Señor”! Estamos próximos a celebrar la Navidad, fiesta de la alegría, y estos textos quieren anticipar en nuestros corazones el clima que viviremos en breve. El Señor que debe venir, según Juan Bautista, ya está entre nosotros y nos quiere encontrar así, felices. Nuestra alegría se expresa especialmente a través de una oración fervorosa y una caridad ardiente.

No debemos apagar el Espíritu que se ha encendido en nosotros. Es él quien nos hace regocijar por la salvación con la que hemos sido revestidos y nos envía para llevar este alegre anuncio a todos y todas. La alegría es condición vital para un testimonio y una búsqueda de la santidad que sean creíbles: “un santo triste es un triste santo”, se decía. Vamos a intentar aprender con Juan a alegrarnos verdaderamente delante de la voz del esposo (Jn. 3, 29).

El Evangelio define a Juan como “un hombre enviado por Dios”. Toda su existencia depende de este mandato. Él era consciente de su misión porque recibió un mandato de Dios para eso. Así son los profetas: no inventan su misión, simplemente la reciben. Es una iniciativa divina a partir de una relación íntima con la persona elegida y con un propósito bien contrato, como en el caso de Juan, dar testimonio de la luz.

Juan es un mediador, un precursor. A través de él las personas eran atraídas hacia la luz y como un verdadero testimonio, en el momento adecuado, él se aparta para no opacar el brillo de la verdadera luz. Esa actitud nos hace recordar lo que los samaritanos dijeron a la mujer: “No es por su palabra que creemos, sino porque los hemos visto…” (Jn 4, 42) ¡Pensemos en la gran alegría que aquella mujer experimentó después de cumplir su misión!

Juan es cuestionado sobre su identidad, o sea, “¿es así lo que dices?”. Su respuesta es una gran lección de humanidad, al contrario de todas las expectativas humanas. Generalmente usamos la oportunidad para presentar nuestros títulos y las cosas que hacemos. En otras palabras, normalmente hablamos sobre nosotros mismos. Juan, al contrario, no habla de si mismo. Lo que él responde sobre Jesús en este pasaje tiene un propósito muy claro y se repite en el capítulo 3 de este mismo Evangelio: “Él debe crecer y yo debo disminuir” (Jn. 3, 30).

El verdadero testimonio de Juan es una negación de sí mismo para afirmar la identidad de otro. Su verdadera identidad era anunciar la identidad de otro. El testimonio de Juan es un anuncio de como debe ser la vida de los futuros discípulos de Jesús: estar en medio de la sociedad como fermento en la masa, transformarla, sin llamar la atención. Sobre eso San Juan Calabria dice: “La obra será grande si es pequeña”.

Juan declara que él es a penas una voz que grita en y partir del desierto: “preparen los caminos del Señor”, decía él. Los profetas son los portavoces de Dios, esto es, hablan en nombre de Dios. Y eso se debe a una intensa experiencia de Dios, vivida en la soledad del “desierto”. Las grandes figuras bíblicas encontraron en esta experiencia la razón de su identidad, la fuerza y entusiasmo necesarios para la misión que Dios les confió. Después de esa experiencia de transformación personal, Juan es capaz de proponer cambios a las personas. Su tarea es la de preparar a las personas para el encuentro con “Aquel que ya estaba entre ellos, pero ellos no lo conocían”.

El testimonio de Juan es verdadero porque parte de una revelación sobre Jesús que él recibió desde el inicio, cuando él todavía estaba en el vientre de Isabel. Hay personas que encuentran sentido en ser a penas la voz que anuncia una presencia, que prepara el encuentro y, en el momento correcto, sale de escena para no entorpecer la relación que todos están llamados a tener con aquel que ya está entre nosotros.

La mediación de Juan no incomoda, sino que facilita. Su ejemplo nos hace entender que la persona tiene que estar consciente de su identidad para no ocupar el lugar que le pertenece a otro. Y Juan no tiene intensiones sobre esto porque sabe que el punto de referencia no es él mismo, sino otro. Él es la voz que proclama la Palabra. Cuando el sonido termina, permanece la Palabra. Su gesto de bautizar a las personas externamente, proclamando la misericordia de Dios, fue significativo en aquel momento y después terminó, porque anunciaba otro bautismo que permanecerá para siempre, transformando interiormente a cada persona.

Este gesto que la Iglesia repite desde el inicio de su fundación configura a las personas con Cristo. Es un gesto que proclama a Cristo porque él habla de la nueva condición de aquellos que renacieron de Cristo. En nuestra vida cristiana, Cristo es el punto de referencia. Cuando nos ponemos en el centro, anunciamos a otro, no al verdadero Cristo. Debemos pensar como decía Madre Teresa: “Señor, cuando pienso solo en mí, atraigo mi atención hacia otra persona”.

La intensa experiencia vivida en el desierto dio a Juan Bautista una conciencia de su verdadera identidad. La falta de intimidad con el Señor puede llevarnos a ocupar en la vida de las personas el lugar equivocado: el lugar que le pertenece solo a Dios. No podemos olvidarnos que somos sólo “la voz y no la palabra”. Una vez que mediamos el encuentro, tenemos que retirarnos como el Bautista lo hizo muy bien. Nuestra misión es “narrar la belleza de ser apasionados por Dios!, con la vida más que con las palabras. Si limitamos a las personas a nosotros mismos, somos nosotros los protagonistas y no Dios. Que nos tomemos en serio el compromiso de anunciar a Dios sin ocupar el lugar que le pertenece. En otras palabras, que dejemos a Dios ser Dios en la vida de las personas.


Fr Ndega

Traducion: Nomade de DIos

domingo, 3 de dezembro de 2023

AS CONSTANTES VINDAS DO SENHOR

 

Reflexão a partir de Is 63: 16-17; 64: 1, 4-8; 1Cor 1, 3-9; Mc 13: 33-37




 

    O discurso escatológico que Jesus nos apresenta nos introduz em um novo ano litúrgico, que tem o Advento como porta de entrada. Este período é assim chamado porque nos faz sentir uma alegre expectativa pela vinda de alguém muito especial em nossa vida e  para a vida do mundo, a saber, Jesus Cristo. Ao mesmo tempo que nos lembra a sua primeira vinda, com a encarnação, o advento nos alerta também sobre o que deve ser feito para acolhê-lo em todos os momentos. A súplica que nos acompanhará é a maranatha: Vem Senhor Jesus!

    Na primeira leitura, o profeta Isaías dirige uma intensa oração a Deus, reconhecendo-o como o Pai. Por um lado, o profeta lembra com gratidão a fidelidade de Deus que faz coisas maravilhosas para salvar seu povo; por outro lado, ele reconhece a falta de correspondência por parte do povo, sentindo-se também ele culpado por ser membro desse povo. Esta oração nos motiva a confiar em Deus que é Pai, plasmou cada pessoa e está disposto a dar sempre uma nova oportunidade a quem quiser voltar para Ele. Que possamos aproveitar esta oportunidade que nos está sendo dada.

    Na segunda leitura, Paulo agradece a Deus pela ação de sua graça na Comunidade do Coríntios, a qual deu bons frutos como resposta a esta ação. Esta comunidade esperou a vinda do Senhor não de qualquer jeito, mas com uma fé operosa como expressão de seu compromisso diante dos dons que receberam. A esperança de São Paulo é que esta comunidade continue firme na mensagem recebida sobre Jesus e cresça na fé nele que é confiável.

    No evangelho, Jesus nos pede para estarmos prontos para sua vinda e nos convida a vigiar para que ele, o "dono da casa", pode vir a qualquer momento, sem aviso prévio. O tempo que nos é dado não é apenas kronos (quantidade de tempo), é também e principalmente Kairós (qualidade de tempo), isto é, tempo oportuno, oportunidade de conversão e, portanto, de salvação! Somos convidados a "retomar a relação da amizade com o tempo e descobri-lo habitado por uma presença" que quer ser reconhecida e acolhida. O Senhor vem para trazer alegria. Então, "tenhamos cuidado para não perdermos a chance de ser feliz!"

     "Prestai atenção, vigiai..." com essa exortação Jesus manifesta todo o seu amor pelos seus discípulos e o desejo de recompensá-los pela fidelidade deles. Como eles, nós também somos servos, administradores dos dons de Deus. Temos tarefas e responsabilidades confiadas pelo Senhor para o cuidado de sua casa, ou seja, o mundo, as irmãs e os irmãos de caminhada, etc. O Senhor que vem quer que estejamos vigilantes em ouvir e praticar seus ensinamentos. Essas atitudes traduzem a verdadeira vigilância do servo bom e fiel que espera o retorno de seu senhor.

    Jesus nos pede para estarmos prontos para quê? "Para o esplendor do encontro. E não com um Deus ameaçador, que é a projeção de nossos medos e mentalidade", mas com o Deus bom que vem para fazer festa conosco e nos dar a recompensa por nossa fidelidade na vivencia do amor com a qual devemos nos relacionar e cuidar uns dos outros. Este é o verdadeiro rosto de Deus revelado por Jesus. Portanto, "a mensagem não é de medo, mas de alegria porque o Senhor vem definitivamente para ser a luz de nossas vidas" afastando a noite de infidelidade e hipocrisia que nega nossa identidade como servos bons e fiéis e também nega esse verdadeiro rosto de Deus. 

    O risco que corremos é aquele de ser encontrados dormindo sem perceber que estamos sendo visitados. São João Paulo II disse que "um dos grandes males do nosso tempo é o eclipse da consciência" – que não consegue distinguir o bem do mal e doce do amargo. Nesse sentido, a oração é importante não como uma repetição de fórmulas, mas como um diálogo constante com o Senhor para manter essa consciência viva. Sobre esse diálogo, diz Santa Teresa de Ávila que se trata de "um diálogo de tu a tu com aquele por quem sabemos que somos amados".

    O Senhor quer entrar em nossas vidas. O Advento nos traz precisamente esta mensagem: Vamos abrir nossos corações para a esperança porque ele quer trazer alegria. Se o Senhor entrar em tua vida ele vai te pedir para mudar alguma coisa, mas isso não deve ser um problema para ti porque aquele que te pede para mudar tem coisas melhores para ti: ele te traz a alegria. Por isso, coragem, confiança! Nossa vida realidade está "grávida" de Deus! Que possamos estar prontos para reconhecê-lo e recebê-lo o tempo todo, em todas as situações e em cada pessoa que se aproxima de nós.


Fr Ndega

sábado, 2 de dezembro de 2023

LE COSTANTI VENUTE DEL SIGNORE

 

Una riflessione a partire da Is 63, 16-17.19; 64, 1-7; Sal.79; 1 Cor 1, 3-9; Mc 13, 33-37




 

    Il discorso escatologico che Gesù ci presenta ci introduce in un nuovo anno liturgico, che ha come porta di entrata l’Avvento. Questo periodo viene chiamato così perché ci fa vivere un’aspettativa gioiosa per la venuta di qualcuno molto speciale nella nostra vita e per la vita del mondo, vale a dire, Gesù Cristo. Al tempo stesso ci fa ricordare la sua prima venuta con l’incarnazione, ci mette in guardia riguardo ciò che si deve fare per accoglierlo in ogni momento. La supplica che ci accompagnerà è maranatha: Vieni Signore Gesù!

    Nella prima lettura, il profeta Isaia rivolge a Dio una intensa preghiera, riconoscendolo come Padre. Da una parte, il profeta ricorda con gratitudine la fedeltà di Dio che compie cose stupende per salvare il suo popolo; dall'altra, riconosce la mancanza di corrispondenza da parte del popolo sentendosi anche lui degno di rimprovero come membro di questo popolo. Questa preghiera motiva a confidare in Dio che è Padre, che ha plasmato ogni persona ed è disposto a dare una nuova opportunità a chiunque voglia tornare da Lui.   

    Nella seconda lettura, Paolo ringrazia Dio per l'azione della sua grazia nella comunità dei corinzi la quale è diventata feconda come risposta a quest’azione. Questa comunità ha atteso la venuta del Signore non in qualsiasi modo, ma con una fede operosa come espressione di riconoscenza e gratitudine per i doni che hanno ricevuto. L'auspicio di San Paolo è che questa comunità continui portando avanti con fermezza e fedeltà il messaggio ricevuto su Gesù e cresca nella fede in Lui.

    Il brano del vangelo, parla di un uomo, cioè, Gesù, che ha affidato la sua casa, la Chiesa, la cura del mondo, a dei servi fidati e partì. Questo allontanamento non corrisponde a un abbandono; appena si è reso invisibile, cioè, ha cambiato il suo modo di esserci. Quando era presente fisicamente tra noi, era soggetto ai limiti dello spazio e del tempo, “senza poter esserci allo stesso tempo a Cafarnao e a Nazareth con sua madre, ma con la risurrezione non esiste più limite per lui” (Armellini). È così che bisogna capire ciò che dice la parabola odierna: non come una assenza ma come una nuova presenza.

    A questo punto, conviene parlare più della sua venuta che di un suo “ritorno”. Il Signore viene sempre e di fronte all’imprevedibilità del suo arrivo, conviene prepararsi. È questa la centralità del brano, il quale usa la parola vigilare per ben quattro volte per sottolineare questo atteggiamento fondamentale del vero discepolo di Cristo. Il tempo che ci è dato da vivere è più kairòs che kronos. Non camminiamo brancolando, nella incertezza della meta che ci attende, ma camminiamo nella speranza che non delude, proprio perché si fonda su una Presenza, che abita il nostro quotidiano, ci guida e ci riempie di gioia.

    Quindi, quando si dice: “il Signore, arrivando all’improvviso non vi trovi addormentati”, non si tratta di una minaccia o un’induzione al timore della sua presenza, ma uno invito alla prontezza, alla operosità come un modo degno di accoglierlo. È proprio questo lo scopo dell’inizio dell’avvento, vale a dire, concentrare la nostra attenzione “sul senso dell’esistenza cristiana e sull’impegno di combattere ogni tentazione di noia e di rifiuto degli impegni”.

    In questo senso, quando parliamo del vero cristiano, stiamo parlando di una persona vigile, che vive la certezza dell’incontro con il suo Signore a qualsiasi momento. Questa certezza non lo lascia vivere nell’indifferenza o nella mediocrità. Il vero cristiano sa discernere, cioè, non si lascia ingannare difronte alle tante offerte che il mondo gli presenta per distrarlo da ciò che è essenziale. La vigilanza a cui viene chiamato ogni seguace di Gesù, si compie nella vivacità di una fede concreta impegnata nel servizio fraterno.

    Il rischio che corriamo è quello di essere trovati addormentati senza renderci conto di essere visitati. San Giovanni Paolo II diceva che “uno dei grandi mali del nostro tempo è l’eclisse della coscienza” – che non riesce a distinguere il bene dal male e il dolce dall’amaro. In questo senso, è importante la preghiera non come una ripetizione di formule, ma come un dialogo costante con il Signore per mantenere viva questa coscienza. Riguardo a questo dialogo, afferma Santa Teresa d’Avila: “Un dialogo a tu per tu con Colui dal quale sappiamo di essere amati”.

    Il Signore vuole entrare nella nostra vita. L’Avvento ci porta proprio questo messaggio: Apriamo il cuore alla speranza perché lui vuole portare la gioia. “Se il Signore entra nella tua vita ti chiederà di cambiare qualcosa, ma questo non deve essere un problema per te perché colui che ti chiede di cambiare, ha cose migliori per te: ti porta la gioia”. Per questo, coraggio, fiducia! La nostra realtà sta “gravida” del Signore! Che possiamo essere pronti a riconoscerlo e ad accoglierlo in ogni momento, in ogni situazione e in ogni persona che ci si avvicina. Motivati allora, dalla certezza della presenza del Signore che ci accompagna e ci sostiene nel cammino, diciamo Maranatha!     

 

Fr Ndega

Revisione dell'italiano: Giusi

sábado, 25 de novembro de 2023

DIOS SE DEJA ENCONTRAR EN LO HUMANO

 

Reflexión a partir de Ez. 14, 11-12. 15-17; 1Cor 15, 20-26. 28; Mt. 25, 31-46

 




Concluyendo el año litúrgico, la Iglesia nos presenta la Solemnidad de Cristo, el Rey del Universo, recordándonos que Él quiere que participemos de su reino. Los textos elegidos para esta ocasión nos ayudan a reflexionar sobre la imagen de Dios como Rey y Pastor, que, no solamente tiene el deseo de reunir a las ovejas alrededor suyo, sino que Él mismo las cuida y tiene un amor particular especialmente por aquellas que son más débiles. Su actitud es la referencia de nuestras acciones.

El profeta Ezequiel habla en nombre de Dios a los líderes de Israel, criticando la irresponsabilidad de ellos como pastores, lo que llevó al pueblo a experimentar un período de dolor y sufrimiento en Babilonia. Pero en su mensaje el profeta también anuncia el cuidado que Dios tiene por este pueblo que él mismo conducirá a una nueva situación, como un verdadero pastor lo hace por sus ovejas. En verdad, el pueblo fue liberado del exilio, pero este sólo fue un anuncio de la verdadera liberación que sucederá con la misión de Jesús, el Buen Pastor, que se entrega para que todas las personas puedan tener vida nueva y plena.

Según el testimonio de San Pablo, Jesús resucitó, pero no para ser el único. Él es primicia, es decir, el primero de una larga fila. Él abrió para nosotros el camino para una vida plena y definitiva. ¿Y cómo hizo eso? Venciendo todo el poder del mundo, a través de su muerte y resurrección, salvando a toda la humanidad y estableciendo el reino de Dios, su Padre. Todas las personas están invitadas a participar de este Reino, que ya está presente entre nosotros y solamente la unión con Cristo nos vuelve capaces de probarlo de forma correcta.

El Evangelio de hoy es conocido como “el juicio universal” y muchos de nosotros imaginamos a Jesús como un “juez” que, sentado en su trono, juzgará a la humanidad, recompensando a algunos y condenando a otros como los reyes de este mundo. Pero no podemos olvidar lo que él mismo dice: “Dios no envió a su Hijo al mundo para ser su juez, sino para ser su Salvador” (Juan 3, 17). Entonces, su deseo es salvar el mayor número posible por el amor y la misericordia. El objetivo de Mateo es “presentar los medios para que alcancemos la victoria en el examen final de nuestras vidas”. El camino fue indicado, ¡Sigamos!

Los evangelistas muestran que en sus momentos de prodigio, Jesús rechazó el título de rey, pero que lo aceptó cuando parecía derrotado, o sea, en la cruz. Su oposición a este título fue debido a la mentalidad política de reino, que era contra el significado de su misión. Aquí Él usa la imagen del rey-pastor para hacer entender el verdadero significado de su Reino y su propósito como rey. En primer lugar, su reino no es de este mundo y no puede ser visto, diciendo: está aquí o está allí. Él sigue una lógica diferente: no es visto, sino que está presente.

Aunque Jesús no haya definido que es el Reino de Dios, lo mostró presente entre nosotros y nos invitó a experimentar su presencia a través del bien hecho a los necesitados. Es verdad que el Reino también se manifiesta a través de algunas de mis acciones, pero, ¡atención! El Reino no es algo que hago, sino que es lo que Dios realiza en mi vida, en el mundo y en la historia. Jesús es el rey que aceptó la cruz como su trono, donde mostró su gran amor por el mundo. Aquí esta el juicio: su amor, su compasión como punto de referencia de nuestra acción.

Como un pastor hace con sus ovejas, Jesús quiere reunir a todas las personas alrededor suyo en su reino. Él se identifica con lo más necesitados y establece el bien que a ellos se les hace como condición para la salvación. Sus palabras nos ayudan a discernir para que podamos hacer el bien en nuestras elecciones. El tipo de relación que tenemos con aquellos que más necesitan nos juzga, por lo tanto, estamos siendo juzgados todo el tiempo de nuestra existencia, pero el momento decisivo de nuestras vidas vendrá cuando nos encontremos con Dios cara a cara. En ese momento no se nos preguntará si pertenecimos a alguna religión o cuántas veces fuimos a la iglesia, sino cuánto fuimos realmente capaces de amar.

Así, tenemos como ejemplo los gestos de Cristo en su identificación con los pequeños y pobres. “Tome mi ejemplo, vaya y haga lo mismo”, él nos dice aún hoy. Todo lo que hacemos por y con ellos, inspirados en Cristo, lo hacemos al mismo Cristo. No necesitamos dejar nuestra humanidad para encontrar a Dios; el mismo Dios se hace encontrar en lo humano y es en donde la humanidad sufre más, donde está más afligida y maltratada, donde la presencia divina se siente más y se hace más concreta. Las obras de misericordia hechas a los más necesitados pueden volverse una verdadera experiencia de Dios y llave para entrar en su reino.

El mensaje y los gestos de compasión de este Rey-Pastor nos vuelven más humanos, atentos a las necesidades de los otros. No podemos permitir que nuestras elecciones destruyan nuestra vida y nos lleven lejos de aquello que el Señor pensó para nosotros. La clave es el amor. “Aquí está el juicio: ¿qué queda cuando no queda nada más? Permanece el amor dado y recibido”. Entonces, apurémonos a amar porque sólo el amor edifica y solamente lo que es hecho con amor tiene consistencia. El resto no cuenta para Dios, que es amor y vive en nosotros. Démosle la oportunidad para actuar porque, “Si tenemos a Dios en nosotros, haremos el bien solamente con nuestro paso” (San Juan Calabria).


Fr Ndega

Traducion: Nomade de Dios

L’INCONTRO CRUCIALE DELLA NOSTRA VITA

Riflessione a partire da Ez 14: 11-12.15-17; 1 Cor 15: 20-26.28; Mt. 25: 31-46

 


 

 

 

    Concludendo l’anno liturgico, la Chiesa ci presenta la solennità di Cristo Re dell’Universo, ricordandoci che Egli ci vuole partecipi del suo regno. I brani scelti per quest’occasione ci aiutano a riflettere sull’immagine di Dio come re e pastore, che non solo ha il desiderio di radunare tutte le persone attorno a sé, ma Lui stesso si prende cura di esse e ha un amore speciale soprattutto per coloro che sono deboli. Il suo atteggiamento è il punto di riferimento delle nostre azioni.

    Il profeta Ezechiele parla in nome di Dio ai capi di Israele, criticando la loro irresponsabilità come pastori, che portò il popolo a provare un periodo di dolore e sofferenza in Babilonia. Ma nel suo messaggio, il profeta annuncia anche la cura di Dio per questo popolo che Egli stesso guiderà in una nuova situazione, come un vero pastore fa per le sue pecore. Infatti il popolo viene liberato dall’esilio, ma questo fu solo un annuncio della vera liberazione che avverrà con la missione di Gesù, il Buon Pastore, che consegna se stesso in modo che possiamo avere la vita nuova e piena.

    Secondo San Paolo, Gesù è risorto ma non per essere l’unico. Egli è primizia, cioè, il primo di una lunga serie. Egli ci ha aperto il passaggio ad una vita piena e definitiva. E in che modo? Vincendo tutto il potere del mondo, attraverso la sua morte e risurrezione, salvando tutta l’umanità e stabilendo il regno di Dio suo Padre. Tutte le persone sono invitate a partecipare a questo Regno, che è già presente tra noi e solo l’unione con Cristo ci rende in grado di provarlo in modo concreto.

    Il brano del Vangelo è conosciuto come “il Giudizio Universale” e molti di noi immaginiamo Gesù come un “giudice” che seduto sul suo trono giudicherà l’umanità, dando ricompensa ad alcuni e punendo gli altri come i re di questo mondo. Ma non possiamo dimenticare ciò che Egli stesso ha detto: “Dio non ha mandato il Figlio nel mondo per essere il Suo giudice, ma per essere il suo Salvatore” (Giovanni 3, 17). Quindi il suo desiderio è quello di salvare il più grande numero possibile a motivo del suo amore e della sua misericordia. Lo scopo di Matteo è quello di “presentarci i mezzi per riuscire vittoriosi nella prova finale della vita”. La via è già stata tracciata, percorriamola!

    Gli evangelisti mostrano che Gesù ha rifiutato il titolo di re nei suoi momenti prodigiosi mentre lo ha accettato nel momento in cui sembrava sconfitto, vale a dire, sulla croce. La sua opposizione a questo titolo era dovuta alla mentalità politica di regno, che era contro il significato della sua missione. Egli usa qui l’immagine del re-pastore per fare capire il vero significato del suo Regno e il suo scopo come Re. Anzitutto, il suo regno non proviene da questo mondo e non può essere visto dicendo: eccolo qui o eccolo lì. Esso segue una logica diversa: non si vede ma c’è.

    Anche se Gesù non ha definito cosa sia il Regno di Dio, lo ha mostrato presente in mezzo a noi e ci ha invitato a fare l’esperienza della sua presenza attraverso il bene fatto ai più bisognosi. È vero che il Regno si manifesta anche tramite alcune delle mie azioni ma, attenti! Il Regno non è qualcosa che io compio ma è quello che Dio realizza nella mia vita, nel mondo e nella storia.  Gesù è il re che accettò la croce come suo trono, dove mostrò il suo grande amore per il mondo. Ecco il giudizio: il suo amore, la sua compassione come punto di riferimento del nostro agire.

    Come un pastore fa con le sue pecore, Gesù vuole radunare tutte le persone attorno a sé nel suo regno. Egli si identifica con i fratelli più piccoli e stabilisce il bene fatto a loro come misura di salvezza. Le sue parole ci aiutano a discernere perché possiamo fare bene le nostre scelte. Il tipo di relazione che abbiamo con coloro che sono più bisognosi ci giudica, quindi siamo giudicati tutto il tempo del nostro esistere; ma il momento decisivo della nostra vita verrà quando incontreremo Dio faccia a faccia. In quel momento non ci verrà chiesto se abbiamo partecipato ad una religione o quante volte siamo andati in chiesa, ma quanto abbiamo amato davvero.

    Quindi, abbiamo come esempio i gesti di Cristo nella sua identificazione con i più piccoli. “Prendi esempio da me, vai e fai lo stesso”!, ci dice ancora oggi. Tutto ciò che facciamo a loro, ispirati da Cristo lo facciamo a Lui stesso. Non abbiamo bisogno di lasciare la nostra umanità per trovare Dio, ma Dio stesso si fa trovare nell’umano; là dove l’umanità è più sofferente, più è piagata e maltrattata più la divina presenza è concretamente sentita. Le opere di misericordia fatte verso i più bisognosi possono diventare una vera esperienza di Dio e chiave per entrare nel suo regno.

    Il messaggio e i gesti di compassione di questo Re-pastore ci rendano più umani, attenti ai bisogni degli altri. Non possiamo permettere che le nostre scelte portino la nostra vita alla rovina, lontano dallo scopo pensato dal Signore per noi. La chiave è l’amore. “Ed ecco il giudizio: che cosa rimane quando non rimane più niente? Rimane l'amore, dato e ricevuto”. Quindi, affrettiamoci ad amare perché solo l’amore edifica e solo le cose fatte con amore hanno la loro consistenza. Il resto non conta nulla. Dio, l’amore è in noi. Proviamo a dargli l’opportunità d’agire e, infatti, “se abbiamo Dio in noi, faremo del bene anche solo per il nostro passaggio” (San Giovanni Calabria).


Fr Ndega

Revisione dell'italiano: Giusi

terça-feira, 21 de novembro de 2023

SIERVO/A BUENO/A Y FIEL

 

Reflexión a partir de Mateo: 25, 14-30





“Dios es bueno”, hizo todo bien y decidió compartir sus dones con nosotros, haciéndonos administradores de estos dones, no dueños. Él nos llena con su gracia y bondad, de acuerdo con lo que las Escrituras dicen: “De su bondad, recibimos gracia sobre gracia”. Pensemos en nuestra vida. “Dios nos dio la vida, y con este don, nos dio también una tarea. Recordémoslo bien: la vida simplemente nos es confiada a cada uno, es un bien a través del cual somos personalmente responsables”, no dueños. Así, por su voluntad, el propósito de nuestra vida es ser fecunda desde su origen y esa fecundidad se expresa, justamente, a través de nuestra capacidad de compartir, de hacer fructificar los dones recibidos de Dios; capacidad dada por el mismo Dios.

         Es eso lo que Jesús nos hace entender con la “parábola de los talentos”. En esta narración, un hombre llamó a tres de sus sirvientes, compartió sus vienes con ellos y partió en un largo viaje. A su vuelta, él llamó nuevamente a los sirvientes para que rindan cuentas. De los tres solamente dos participaron de la alegría del señor, porque actuaron según sus expectativas, mientras que el tercero, cultivando una idea equivocada de su señor, decidió enterrar el talente recibido.

         Esta parábola habla de la gratuidad de Dios, que llama a todos y nos confía sus dones. El texto nos dice que esos dones son distribuidos en diferentes medidas, prestando atención a la diversidad de dones de las personas, pero también nos trae la idea de abundancia y generosidad. No existe ninguna reserva en la oferta divina. Cualquier reserva en este sentido viene de la capacidad de cada uno de recibir y hacer fructificar los dones recibidos: a uno cinco talentos, a otro dos y al último solo uno. La medida se define según la capacidad de cada uno. Así, aunque Dios actúe con gratuidad y generosidad, respeta la libertad y capacidad de acogida de cada uno. A Él le interesa la calidad de nuestras acciones y no la cantidad.

         Lo importante no es la cantidad de dones recibidos, sino la capacidad, el entusiasmo por hacerlos fructificar, o sea, lo que recibimos debe ser compartido no acumulado o usado solo para nosotros mismos. Los dones compartidos generan fraternidad y sirven para la gloria de Dios: “bien siervo bueno y fiel…  ven a participar de la alegría de tu señor. Aquel que decide usar los dones recibidos para sí mismo, arruina su vida. Tal vez eso se deba al miedo: miedo a Dios, a la novedad, a la fraternidad. Referido a Dios, el miedo es causado por el cultivo de falsas imágenes de Él; con relación a la novedad, es causado por la pereza, una expresión de una vida mediocre que nos garantiza una “zona de confort”, cerrándonos a los demás.

         Cultivar la imagen de un Dios severo, nos asusta y paraliza. “Debemos tener el concepto de un Dios que nos ánimos a salir de nosotros mismos, nos da coraje para vivir la libertad para el Reino”. Una señal muy clara de reconocimiento de sus dones en nuestras vidas es nuestra voluntad para servir. Esos talentos, confiados a la capacidad de todos, nos hacen recordar nuestro llamado vocacional. Dios nos llama a la vida y fortalece con su gracia nuestra capacidad de crecer, de madurar personalmente, de discernir y responder al llamado viviendo como hijos, hermanos y hermanas y seguidores de su Hijo.

         “Dios me dio l a vida para que pueda multiplicar los bienes en la tierra, o sea, hacer el bien, para que a través del servicio pueda encontrar el sentido de mi vida, y descubrir mi vocación, esto es, el bien que Dios quiere que haga”. Esconderse o esconder los dones es una señal de que no aprecio la vida lo suficiente según la voluntad del Dador. Si no entierro mi vida en la arena y tengo la audacia para hacer fructificar los dones de Dios, puedo nutrir la esperanza de que Él me apruebe y me dé más. Contar con nosotros para cuidar de sus dones, significa que Dios tiene buenas expectativas sobre nosotros. Él quiere que compartamos su alegría. La fidelidad a esta tarea es la condición para participar de su alegría. Que podamos actuar sabiamente como siervos buenos y fieles.


Fr Ndega

Traduzione: Nòmade de Dios

sexta-feira, 17 de novembro de 2023

ESSERE SERVO/A BUONO/A E FEDELE

 

Riflessione a partire da Mt 25, 14-30




 

    “Dio è buono”, ha fatto bene ogni cosa e ha deciso di condividere i suoi doni con noi rendendoci amministratori di essi, cioè, strumenti della sua bontà. Egli ci ricolma della sua grazia e della sua benevolenza, secondo quello che dice la Scrittura: “Dalla sua bontà riceviamo grazia su grazia”. Pensiamo alla vita! “Dio ci ha concesso la vita, e con questo dono, ci ha assegnato un compito. Ricordiamolo bene: la vita ci è semplicemente affidata, è un bene di cui siamo personalmente responsabili”, non padroni. Così per la sua volontà la finalità della nostra vita è quella di diventare feconda fin dalla sua origine e questa fecondità si esprime proprio tramite la nostra capacità di condividere, di fare fruttare i doni ricevuti da Lui.

    È questo che Gesù ci fa capire con la ‘parabola dei talenti’. In questo racconto, un uomo chiamò i suoi tre servi, condivise con loro i suoi beni e se ne andò per un lungo viaggio. Al suo ritorno, chiamò nuovamente i servi per un rendimento di conto. Dei tre soltanto due servi hanno partecipato alla gioia del padrone perché hanno agito secondo la sua aspettativa, mentre il terzo avendo un’idea sbagliata del padrone, preferì sotterrare il talento ricevuto.

    Questa parabola parla della gratuità di Dio che chiama tutti a sé e consegna i suoi doni. Il brano narra come questi doni vengono distribuiti con diversità di misure richiamando l’attenzione sulla diversità dei doni, delle persone, ma anche porta in se’ l’idea di abbondanza e generosità. Non ha una riserva nell’offerta divina. Qualche riserva in questo senso viene dalla capacità di ciascuno di ricevere e far fruttare i doni ricevuti: a uno cinque talenti, a un altro due e all’ultimo uno. La misura è definita secondo la capacità di ciascuno. Così, anche se Dio è gratuito e generoso rispetta la libertà e capacità di accoglienza di ciascuno. Per Lui interessa la qualità e non la quantità.

    L’importante non è la quantità dei doni ricevuti ma la capacità, l’entusiasmo di farli fruttare, cioè, quello che riceviamo va condiviso non accumulato né usato solo per noi stessi. I doni condivisi generano fraternità e rendono gloria a Dio: “Bene servo buono e fedele… prendi parte alla gioia del tuo Signore”. Colui che decide di usare i doni ricevuti solo per se stesso porta a fallimento la propria vita. Forse questo avviene a causa della paura: paura di Dio, della novità, della fraternità. Riguardo Dio, la paura è causata dal crearsi false immagini di Lui; riguardo la novità, è causato dalla pigrizia, espressione di una vita mediocre e confortevole che ci chiude agli altri.

    Coltivare l’immagine di un Dio severo, che ci fa paura, ci paralizza. “Dobbiamo avere il concetto di un Dio che ci anima ad uscire da noi stessi, che ci incoraggia a vivere la libertà per il Regno.” Un segno molto chiaro di riconoscimento dei suoi doni nella nostra vita è la nostra disponibilità per servire. Questi talenti, accresciuti dalla capacità di ciascuno, ci fanno ricordare la nostra chiamata vocazionale. Dio ci chiama alla vita e rafforza con la sua grazia la nostra capacità di crescere, di sviluppare personalmente, discernere e di corrispondere alla chiamata vivendo da figli, da fratelli, da seguaci del suo Figlio.

    “Dio mi ha dato la vita, affinché io moltiplichi i beni sulla terra, cioè il fare del bene, affinché, per mezzo di questo lavoro, io trovi un senso alla mia vita, e scopra la mia vocazione, cioè il bene che Dio mi dà da compiere”. Nascondermi o nascondere i doni è segno che non apprezzo abbastanza la vita secondo il volere del Donatore. Se non sotterro la mia vita nella sabbia e ho l’audacia di portare a frutto i doni di Dio, posso nutrire la speranza che egli mi approverà, che mi darà di più. Contare su di noi per custodire i suoi doni vuol dire che Dio ha buone aspettative su di noi. Lui vuole che partecipiamo alla sua gioia. La fedeltà a questo compito è la condizione per prendere parte alla sua gioia. Che possiamo agire saggiamente come servi buoni e fedeli.


Fr Ndega

Revisione dell'italiano: Giusi

sábado, 11 de novembro de 2023

L’INCONTRO CON LO SPOSO

Riflessione a partire da Mt 25, 1-13




 

    È bello sapere che la nostra vita cristiana è uno sposalizio, cioè, abbiamo ragione a fare festa e vivere nella gioia perché lo sposo è con noi. Siccome la nostra fede è il rapporto tra due realtà, vale a dire, il già e il non ancora, la liturgia odierna ci ricorda quest’altra dimensione: siamo in attesa dello sposo che deve venire e che allo stesso tempo ci attira a sé. Questo ci fa pensare la vita cristiana anche come un cammino, non triste ma gioioso perché camminiamo verso lo sposo.

    Bisogna però che ci domandiamo: come stiamo camminando verso lo sposo? Arriverà il momento in cui dobbiamo presentarci davanti a lui e rendere conto di tutti i doni ricevuti, soprattutto del dono della fede. “Come la sapienza cristiana s'identifica con la saggezza e la previdenza delle cinque vergini che hanno preso con sé l'olio, così la stoltezza ci assomiglia alle cinque stolte, che hanno sì, preso con sé le lampade, ma non si sono rifornite di olio sufficiente”.

    Questo ci fa pensare a tanti di noi che diciamo di credere, ma non agiamo in conformità alla fede che professiamo. Così la lampada lentamente si spegne perché non alimentata a sufficienza. Viene da pensare anche a coloro che abusano del tempo e con stoltezza non ne considerano la fine. Vivono come se la loro fissa ed ultima dimora dovesse essere per sempre quaggiù. È inevitabile poi che si trovino o che ci troviamo impreparati, cioè, senza avere fatto valere la pena di vivere quando il grido di amore dello sposo sopraggiunge.

    La vita cristiana è una esperienza di conoscenza, cioè, di relazione, di intimità con lo sposo. Non siamo diventati cristiani per ascoltare al tramonto della nostra esistenza le parole: «non vi conosco». Per questo Gesù dice: "Vegliate"! Trattasi di un appello di colui che non ci vuole perdere, di colui che desidera salvare l'essere umano dalla sua solitudine e dalla morte, ma senza togliergli la libertà di aderire o rifiutare questo invito. "In questo "Vegliate" c'è tutta la Passione di Dio per noi, il suo desiderio di donarsi tutto, senza imporsi". Allora, cercando di vivere una fede ardente e una carità operosa finché è giorno, pensiamo alla fine della nostra vita come ad un incontro con questo Sposo buono che ci accoglie nella sua festa di nozze e ci fa partecipare alla sua gioia. 


Fr Ndega

Revisione dell'italiano: Giusi

sábado, 20 de maio de 2023

LA NOSTRA QUALITÀ DI VITA IN CAMMINO DI SALITA

 Riflessione a partire da Mt 28, 16-20 





    La centralità della nostra riflessione è il mistero della presenza di Gesù dopo che ha assegnato ai discepoli la continuazione della missione che il Padre gli ha affidato. Egli non ha lasciato il Padre quando è venuto da noi e non ci ha lasciato quando è tornato al Padre. L’Ascensione di Gesù parla di una modalità nuova della sua presenza in mezzo a noi, annunciando una nuova fase della sua missione.

    Possiamo dire che questo è il tempo della Chiesa, la comunità dei discepoli assistiti dal suo Spirito, forza che garantisce la presenza di Gesù in mezzo a loro. Le apparizioni di Gesù hanno motivato la comunità a riscoprire il senso e la gioia di essere discepoli. Ma sarà con la venuta dello Spirito, che diventeranno testimoni gioiosi e coraggiosi del Signore Risorto.

    Nel vangelo Gesù si trova con i suoi discepoli, condivide con loro l’autorità che ha ricevuto dal Padre e li invia a fare nuovi discepoli non per sé stessi ma per il Regno. Diventare dimora della Trinità è una prerogativa che appartiene non solo agli undici ma ad ogni nuovo discepolo di Cristo. I discepoli si prostrano davanti a Lui ma hanno ancora dei dubbi riguardo quello che vedono, non sono veramente sicuri di quello che devono fare. Alla fine, il Signore assicura la sua presenza ogni giorno accompagnandoli passo dopo passo nella missione che devono compiere: “Io sono con voi tutti i giorni…”

    Gesù sta partendo ma dice che rimane. Egli rimane vicino e attivo, confermando con segni concreti le parole dei discepoli. E’ la garanzia della sua costante presenza che motiva un gruppo così fragile a portare avanti il tesoro dell’evangelizzazione, l’annuncio della salvezza. Ogni discepolo di Cristo è chiamato a rendersi conto di questa verità: non è lui a fare qualcosa ma Colui che lo ha chiamato e non l'abbandona, anzi, si fa vicino perché abbia esito nella missione. Il punto di riferimento della missione non è la debolezza del discepolo ma la forza di Cristo nella sua vita e nella vita dei nuovi discepoli tramite la sua testimonianza.

    I due angeli chiesero ai primi discepoli e oggi a noi: “Perché state a guardare il cielo?” Come cristiani abbiamo bisogno di fissare la nostra attenzione su Gesù, che è il nostro modello e il nostro capo e là dov’è il capo vogliamo stare anche noi che siamo le sue membra. Ma non possiamo rimanere fermi a guardare il cielo lamentandoci per quello che non abbiamo. Come discepoli di Gesù siamo chiamati a continuare la sua opera con gratitudine e gioia.

    “La vita cristiana è un cammino; non un cammino triste ma gioioso”, perché con Gesù siamo in processo di ascensione al cielo, ma con i piedi fermi su questa terra. La vita cristiana è contemplazione e azione, è fede e opere. I segni della presenza di Gesù nel mondo sono riconosciuti per l’amore di coloro che credono in lui e seguono i suoi passi. Tutto questo ci viene dallo Spirito che non solo abita in noi ma opera dentro di noi per farci diventare nella pratica, nelle nostre azioni, ciò che siamo nel nome, cioè “Cristiani”, “altri Cristi”.


Fr Ndega

Revisione dell'italiano: Giusi 

sábado, 13 de maio de 2023

JESÚS NOS ENVIARÁ OTRO PARÁCLITO.

 

Reflexión sobre Hechos 8.5-8. 14-17; 1Ped 3. 15-18; Jn 14, 15 – 21




 

A partir de estos textos ya se comienza a hablar sobre la persona y la misión del Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, dado para acompañar la misión de la comunidad de discípulos, para que puedan llegar a la plena comprensión de la revelación que el Maestro hizo y ser fecundos en el testimonio que están llamados a dar, aun en medio de las adversidades.

Según el texto de los Hechos de los Apóstoles, después de la persecución de la Iglesia en Jerusalén, muchos discípulos huyeron para continuar la evangelización en otros lugares. A partir del entusiasmo de Felipe en Samaría, muchos samaritanos recibieron la palabra de Dios con alegría. Los signos que Felipe realiza confirman la verdad de su palabra. Pedro y Juan son enviados desde Jerusalén para ayudar en el trabajo de Felipe, como señal de comunión de toda la Iglesia, que, guiada por el Espíritu Santo y atenta a los signos de los tiempos, realiza un apostolado fecundo para la salvación de las personas.

La evangelización no tiene límites y tiene la intención de remover el muro de separación que divide a las personas, trayéndoles los valores evangélicos. Esa misión está motivada por el Espíritu Santo, dado, no para la experiencia cerrada de un grupo, sino que es uno para todos. A través de él, aquellos que siguen a Jesús están siempre listos para “dar una respuesta a todos aquellos que piden una razón de la esperanza que está en ellos”. Este es un trabajo que debe realizarse con gentileza y respeto para que se haga la voluntad de Dios. Los misioneros son a penas instrumentos. En verdad, es Dios quien trabaja a través de su Espíritu trayendo transformación y gran alegría en la vida de las personas.

En el Evangelio, Jesús continúa su discurso de despedida y habla con sus discípulos de corazón a corazón, expresando sus profundos sentimientos hacia ellos. En este discurso él revela por un lado su comunión íntima con el Padre y, por otro, su propuesta vital a los discípulos para que puedan triunfar en su misión. Diciendo: “si aman, guardarán mis mandamientos”, a ellos les pide un compromiso concreto con sus enseñanzas, su Palabra. La Palabra no se resume en mandamientos, es mucho más. La Palabra “actúa en los que creen” (1 Tes. 2, 13), crea, genera, enciende, abre horizontes, ilumina pasos, siembra vida en los campos, da vida”.

La dificultad de entender el profundo significado del discurso del maestro y la falta de sintonía con sus sentimientos (“Si me amasen, se alegrarán…” Jn 14, 28) entristecen el corazón de los discípulos. Entonces, Jesús, como siempre, viene en auxilio de la debilidad de ellos e infunde coraje al hablar sobre la venida del Espíritu Santo a sus vidas. Este Espíritu actuará como un paráclito, pues tiene la función de quien consuela, defiende, protege, intercede en favor de ellos.

Pero, el texto atribuye al Espíritu la expresión “otro paráclito”, porque Jesús fue el primero. La acción de este Espíritu los llevará a comprender plenamente el significado de todo lo que Jesús hizo y enseñó como expresión de su amor libre y total, para que, a través de la experiencia del amor mutuo puedan tornar visible a los otros la presencia del propio Jesús. Así, el Espíritu hace presente a Jesús en ellos, el amor lo hace visible para los demás.

Vivimos en un mundo en el que el amor fue vaciado de su significado original, es decir, amo si puedo tener una ventaja, o amo hasta cierto punto, o amo a algunos y a otros no. Jesús no habla de un amor diferente, un amor verdadero y la veracidad del amor de una persona es medida por la capacidad de donarse y servir, sin discriminar a las personas. Aquellos que realmente aman sólo quieren el bien de la persona amada. Es a ese amor que Jesús nos llama hoy y es ese amor que nos vuelve verdaderamente libres y creíbles.

Amar a Jesús como él quiere es un don que nos es dado a través de la escucha fiel y constante de su Palabra. A través de la Palabra y de la acción del Espíritu, el Padre plasma en nosotros cotidianamente el corazón de Hijo para amarnos como él. No es un amor que me lleva a hacer a penas lo que me gusta, sino que me vuelve capaz de sacrificarme por los otros. Es un amor que me hace dejar mi egoísmo e ir al encuentro de los otros y sus necesidades. Este es el amor que vuelve fecundo nuestro apostolado, y solamente el Espíritu Santo puede mantener vivo ese amor en nuestros corazones. Por lo tanto, imploramos con confianza: ¡Ven, Espíritu Santo, enséñanos a amar como Jesús quiere!


Fr Ndega

Traduciòn: Nomade de Dios

GESÙ CI INIVIERÀ UN ALTRO PARACLITO


Riflessione su Atti 8,5-8.14-17; 1Pt 3,15-18; Gv 14, 15-21




 

    A partire da questa domenica si comincia a parlare della persona e missione dello Spirito Santo, donato per accompagnare la missione della comunità dei discepoli in modo che loro possano giungere alla piena comprensione della rivelazione che ha fatto il maestro ed essere fecondi nella loro testimonianza, anche in mezzo alle avversità.

    Dopo la persecuzione contro la chiesa di Gerusalemme, molti discepoli scappano per continuare l’evangelizzazione in altri luoghi. A partire dall’impegno di Filippo in Samaria molti Samaritani accolgono con gioia la parola di Dio. Se sei seguace di Gesù sei chiamato a fare la differenza nella vita di chi ti sta accanto, cioè, ad essere motivo di gioia per lui. Però, questo è possibile solo mediante lo Spirito Santo. Senza la sua guida facciamo fatica a impegnarci per il bene dell’altro.

    In continuità a questo messaggio, la seconda lettura ci dice che dobbiamo essere sempre pronti a “rispondere a chiunque ci domandi ragione della speranza che è in noi”.  Questo non va fatto con arroganza, ma con dolcezza e rispetto affinché la volontà di Dio sia fatta. Ecco perché hai bisogno dello Spirito! È Lui che ti fa crescere nella consapevolezza di essere solo uno strumento. È Dio che opera dei cambiamenti e dona grande gioia nella vita delle persone.

    Nel Vangelo Gesù continua il suo discorso d’addio. Da una parte rivela la sua intima comunione con il Padre e dall’altra la condizione fondamentale per l’esito della missione dei discepoli. Egli chiede loro che si impegnino a mettere a frutto i suoi insegnamenti, come segno del loro amore verso il maestro. Non si ama a parole. Chi dice di amare qualcuno /qualcuna deve imparare ad essere concreto nel suo modo di amare.

    Gesù infonde coraggio nei discepoli, parlando della venuta dello Spirito Santo nella loro vita. Questo Spirito agirà come paraclito, cioè, colui che consola, difende, protegge, intercede. Il termine usato è quello di “altro paracleto”, perché è stato Gesù il primo. L’azione di questo Spirito li porterà a comprendere appieno le parole e i gesti di Gesù motivando i discepoli a rendere visibile agli altri la presenza dello stesso Gesù attraverso l’amore vissuto vicendevolmente.  

    Viviamo in un mondo nel quale l’amore è stato svuotato del suo senso originale, cioè io amo se posso averne vantaggio, oppure io amo fino a un certo punto; ancora, io amo alcuni, ma gli altri no. Gesù ci parla di un amore diverso; un amore vero e la veracità dell’amore di una persona è misurata dalla capacità di donar-si e servire, senza aspettare contraccambio. Chi ama veramente vuole soltanto il bene della persona amata. È questo amore che ci rende veramente liberi e credibili ed è a questo amore che Gesù ci chiama quest’oggi.

    Amare Gesù come lui vuole è un dono che ci viene dato dall’ascolto fedele e costante della sua Parola. Tramite la Parola e l’azione dello Spirito, il Padre plasma quotidianamente in noi il cuore del Figlio al fine di amare come lui. Non è un amore che mi porta a fare solo ciò che mi piace ma che mi rende capace di sacrificarmi per gli altri, cioè, a dimenticare me stesso per soccorrere l’altro. Vuol dire che metto l’altro al centro delle attenzioni e non me stesso. Questo è l’amore che rende fecondo il nostro apostolato e solamente lo Spirito Santo può mantenere vivo questo amore nel nostro cuore.


Fr Ndega

Revisione dell'italiano: Giusi