sábado, 25 de novembro de 2023

DIOS SE DEJA ENCONTRAR EN LO HUMANO

 

Reflexión a partir de Ez. 14, 11-12. 15-17; 1Cor 15, 20-26. 28; Mt. 25, 31-46

 




Concluyendo el año litúrgico, la Iglesia nos presenta la Solemnidad de Cristo, el Rey del Universo, recordándonos que Él quiere que participemos de su reino. Los textos elegidos para esta ocasión nos ayudan a reflexionar sobre la imagen de Dios como Rey y Pastor, que, no solamente tiene el deseo de reunir a las ovejas alrededor suyo, sino que Él mismo las cuida y tiene un amor particular especialmente por aquellas que son más débiles. Su actitud es la referencia de nuestras acciones.

El profeta Ezequiel habla en nombre de Dios a los líderes de Israel, criticando la irresponsabilidad de ellos como pastores, lo que llevó al pueblo a experimentar un período de dolor y sufrimiento en Babilonia. Pero en su mensaje el profeta también anuncia el cuidado que Dios tiene por este pueblo que él mismo conducirá a una nueva situación, como un verdadero pastor lo hace por sus ovejas. En verdad, el pueblo fue liberado del exilio, pero este sólo fue un anuncio de la verdadera liberación que sucederá con la misión de Jesús, el Buen Pastor, que se entrega para que todas las personas puedan tener vida nueva y plena.

Según el testimonio de San Pablo, Jesús resucitó, pero no para ser el único. Él es primicia, es decir, el primero de una larga fila. Él abrió para nosotros el camino para una vida plena y definitiva. ¿Y cómo hizo eso? Venciendo todo el poder del mundo, a través de su muerte y resurrección, salvando a toda la humanidad y estableciendo el reino de Dios, su Padre. Todas las personas están invitadas a participar de este Reino, que ya está presente entre nosotros y solamente la unión con Cristo nos vuelve capaces de probarlo de forma correcta.

El Evangelio de hoy es conocido como “el juicio universal” y muchos de nosotros imaginamos a Jesús como un “juez” que, sentado en su trono, juzgará a la humanidad, recompensando a algunos y condenando a otros como los reyes de este mundo. Pero no podemos olvidar lo que él mismo dice: “Dios no envió a su Hijo al mundo para ser su juez, sino para ser su Salvador” (Juan 3, 17). Entonces, su deseo es salvar el mayor número posible por el amor y la misericordia. El objetivo de Mateo es “presentar los medios para que alcancemos la victoria en el examen final de nuestras vidas”. El camino fue indicado, ¡Sigamos!

Los evangelistas muestran que en sus momentos de prodigio, Jesús rechazó el título de rey, pero que lo aceptó cuando parecía derrotado, o sea, en la cruz. Su oposición a este título fue debido a la mentalidad política de reino, que era contra el significado de su misión. Aquí Él usa la imagen del rey-pastor para hacer entender el verdadero significado de su Reino y su propósito como rey. En primer lugar, su reino no es de este mundo y no puede ser visto, diciendo: está aquí o está allí. Él sigue una lógica diferente: no es visto, sino que está presente.

Aunque Jesús no haya definido que es el Reino de Dios, lo mostró presente entre nosotros y nos invitó a experimentar su presencia a través del bien hecho a los necesitados. Es verdad que el Reino también se manifiesta a través de algunas de mis acciones, pero, ¡atención! El Reino no es algo que hago, sino que es lo que Dios realiza en mi vida, en el mundo y en la historia. Jesús es el rey que aceptó la cruz como su trono, donde mostró su gran amor por el mundo. Aquí esta el juicio: su amor, su compasión como punto de referencia de nuestra acción.

Como un pastor hace con sus ovejas, Jesús quiere reunir a todas las personas alrededor suyo en su reino. Él se identifica con lo más necesitados y establece el bien que a ellos se les hace como condición para la salvación. Sus palabras nos ayudan a discernir para que podamos hacer el bien en nuestras elecciones. El tipo de relación que tenemos con aquellos que más necesitan nos juzga, por lo tanto, estamos siendo juzgados todo el tiempo de nuestra existencia, pero el momento decisivo de nuestras vidas vendrá cuando nos encontremos con Dios cara a cara. En ese momento no se nos preguntará si pertenecimos a alguna religión o cuántas veces fuimos a la iglesia, sino cuánto fuimos realmente capaces de amar.

Así, tenemos como ejemplo los gestos de Cristo en su identificación con los pequeños y pobres. “Tome mi ejemplo, vaya y haga lo mismo”, él nos dice aún hoy. Todo lo que hacemos por y con ellos, inspirados en Cristo, lo hacemos al mismo Cristo. No necesitamos dejar nuestra humanidad para encontrar a Dios; el mismo Dios se hace encontrar en lo humano y es en donde la humanidad sufre más, donde está más afligida y maltratada, donde la presencia divina se siente más y se hace más concreta. Las obras de misericordia hechas a los más necesitados pueden volverse una verdadera experiencia de Dios y llave para entrar en su reino.

El mensaje y los gestos de compasión de este Rey-Pastor nos vuelven más humanos, atentos a las necesidades de los otros. No podemos permitir que nuestras elecciones destruyan nuestra vida y nos lleven lejos de aquello que el Señor pensó para nosotros. La clave es el amor. “Aquí está el juicio: ¿qué queda cuando no queda nada más? Permanece el amor dado y recibido”. Entonces, apurémonos a amar porque sólo el amor edifica y solamente lo que es hecho con amor tiene consistencia. El resto no cuenta para Dios, que es amor y vive en nosotros. Démosle la oportunidad para actuar porque, “Si tenemos a Dios en nosotros, haremos el bien solamente con nuestro paso” (San Juan Calabria).


Fr Ndega

Traducion: Nomade de Dios

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