Quiero
presentar en este blog, diversos artículos a partir de mi investigación
NEGRITUD Y EXPERIENCIA DE DIOS. Deseo iniciar trayendo la cuestión indígena
que, ad experimentum, no tuvo el
resultado esperado, dejando a los negros y negras, la responsabilidad
involuntaria del mantenimiento del estado de “preguicite” del colonizador
deshumano.
Es
sabido, en un sentido general, que la experiencia de Dios en la vida de diferentes
personas y pueblos es determinante para un crecimiento más humano, en que la
otredad no es una posibilidad, sino una realidad. Tratándose de comunidades
afro, esta experiencia posee una evidencia notable por asumir características
culturales, sin las cuales no tendría sentido su existencia. Sobre esta
relación, ya se ha escrito y discutido mucho, pero todavía hay muchas preguntas
sin respuestas. El objetivo aquí es descubrir y profundizar algunas
manifestaciones afro, buscando relacionar el caminar de las diferentes
comunidades que encuentran en la experiencia de los Sagrado, una manera de
mantener vivas las raíces. Mi referencia son las culturas más influyentes: bantú e nagô (yoruba).
Habiendo
sido invadida América, a fines del siglo XV (1492) y, en particular, Brasil, a
inicios del siglo XVI (1500), la sed de riquezas, la ganancia económica y la
falta de respeto cultural llevaran a los colonizadores a explorar el vasto
interior brasileño, organizando expediciones, asentamientos, en busca de metales
preciosos. Lo que en un primer momento, estas tierras les podían ofrecer eran
unas pocas mercaderías, algunas plantas medicinales, o pau-brasil, papagayos
multicolores y monitos divertidos; nativos sin ropa había a millares, pero nada
de eso despertó, enseguida, gran interés de exploración. Algunos lo definían
como tierra extraña, inhóspita, cubierta de vastas florestas y poblada por
indios antropófagos. Con el avance de otras naciones europeas y temiendo perder
todo eso, Portugal inicia, a partir de 1530, una devastación, que tienes sus
restos hasta el día de hoy[1] .
Era necesario,
más allá de lo que la tierra ofrecía, introducir nuevas culturas como la del
azúcar, cuyo consumo comenzaba a crecer en Europa, y la agricultura comercial.
Para desenvolver esta actividad, era necesario mano de obra y población local.
Debido a las guerras, pestes y epidemias anteriores que causaron muchas pérdidas
de personal, Portugal no disponía de gente, “casi sin cultura”, que viniese
para trabajar en esta tierra, sin saber lo que le podría suceder en este nuevo
Mundo. Apela entonces, para la esclavitud del nativo (indígena). Ya era hábito
en Portugal, pues así sucedió con los descendientes de árabes conquistados y
los prisioneros de guerra de África del Norte. Se estima que en 1550, 10% de la
población de Lisboa eran esclavos negros. En cuanto a la población, era
necesario que la corona portuguesa ofreciese considerables privilegios para
atraer colonos blancos. Por eso la costa de Brasil fue dividida en doce
sectores, por líneas paralelas, y toda la extensión del país, a partir del
litoral y hasta el misterio de su interior, fue dada, a titulo de hereditario,
a capitanes, que a cambio de dispensa de transporte e instalación recibían
derecho de soberanía[2]
sobre el territorio otorgado.
Necesitando
de mano de obra para sus proyectos grandiosos, y viendo tanta “gente de la
tierra” a disposición, parecía mucho más fácil al colonizador portugués
implementar la esclavitud en Brasil. Al principio traía buenos resultados[3],
pero no los esperados, pues, ávidos de lucro como eran, querían siempre más.
Entonces comenzaron a surgir algunas
dificultades: “La primera y la más importante de ellas fue el estado de
civilización aborigen, habituado al nomadismo y una cultura itinerante que no
se podía someter al trabajo sedentario del mismo modo que a la disciplina, al
método y al rigor de una vida organizada. La segunda fue la reacción de la
Iglesia Católica contra la esclavitud del indio que impedía su
cristianización”.[4]
Aún
así, el resultado de todo esto ya es de nuestro conocimiento. Datos revelan
que, de millones de indígenas, tenemos poco más de ciento cincuenta mil. Estos
que restan están acorralados, esperando que hagan algo por ellos. Proyectos
como este siempre fueron parte de la historia de nuestra Nación Brasil, en que
algunos tienen que pagar, de la forma más maquiavélica posible, por las
mayordomías y ganancias de los otros. Los cuadros se repiten principalmente en
sectores empresariales y gubernamentales de nuestra sociedad. ¿Hasta cuándo?
Modjumbá axé!
Pe. Degaaxé
Traducion: Nomade de Dios
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