terça-feira, 10 de maio de 2016

LA TRINIDAD, LA JUVENTUD Y LA ECONOMÍA



Me gustaría iniciar esta corta reflexión invitando a todos a darle las gracias al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo, por la vida de la juventud y por una oportunidad más de experimentar la maravilla de su amor, como sus hijos e hijas.

Aprendemos en la catequesis que nuestro Dios es Uno y Trino, y no pocas veces nos preguntamos cómo es posible esto. Cuando se piensa en Dios como Uno, recordamos su unidad, así como Jesús reza: yo y el Padre somos uno, quien me ve, ve al Padre; que sean uno así como el Padre y tú, Padre, somos uno.

Cuando pensamos en Trino, recordamos que son personas distintas, cada una con su misión específica, más presente y actuante en la misión de la otra, de manera que donde una de las personas está, están las otras dos y cada una contiene las otras dos. Son personas que se aman eternamente y tan intensamente que evitan el aislamiento e impiden la exclusión, promoviendo la vida y la comunión. Este es, por lo tanto nuestro Dios, Santísima Trinidad: unidad en la diversidad, la mejor comunidad. Él es el único, pero no está solo; es relación. Por ser comunidad de amor, es permanente novedad, envolviendo el universo entero en una dinámica constante de recreación, comprometiendo al ser humano a orientar todo su vivir según este misterio.

Así, cuando hablamos en economía, nuestra reflexión necesita volverse para la intención de Dios Trinidad respecto de la vida y del ser humano. En teología, hablamos de Economía de la salvación, designando los planes de la  vida que Dios tiene para nosotros, que nos proporciona abundancia de dones y de bienes.

Esa reflexión nos lleva a cuestionar el modelo económico injusto, adoptando en nuestro país, que privilegia algunos y marginaliza tantos hermanos y hermanas. Esta economía que usa los jóvenes y los descarta según sus intereses, con certeza, no es querida por Dios; al contrario, es un atentado a la imagen presente en cada joven. Cuestionamos el acumular y el consumismo desenfrenado que aísla siempre más a las personas y las vuelve indiferentes frente a la realidad de sus semejantes.

La economía necesita estar al servicio de la vida y no la vida al servicio de la economía. Cuando se coloca al servicio de la vida, ella nos abre perspectivas más amplias. Se vuelve una realidad promotora de la solidaridad, de la justicia, del cuidado de la naturaleza, de atención a las necesidades básicas de todos y todas. La abundancia de la mesa nos hace pensar en la abundancia de la vida que el Dios Trinidad nos quiere proporcionar, invitándonos a ser parte de su ministerio.

En la medida en que traemos de vuelta la economía para sus verdaderos objetivos, nos damos cuenta de la dimensión transcendente de la existencia humana, llamada a participar de la abundancia de los bienes divinos, que ya comienzan a ser compartidos en este mundo, por los valores que la fe cristiana nos presenta.

Que el misterio del Dios Uno y Trino nos inspire actitudes más proféticas, para cultivar una nueva economía pautada por la justicia y la solidaridad, promoviendo la vida y la dignidad para todos y todas. Este es el espíritu que debe animar el caminar de nuestra juventud como expresión de compromiso y cuidados para con nuestra “Casa Común”, gran don del Dios comunión.

Padre Degaaxé.

Traducción: Nómade de Dios.

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