domingo, 19 de maio de 2013

LA UNIDAD QUE VALORIZA Y CRECE CON LAS DIFERENCIAS


Una reflexión a partir de Jn 17, 20-26
 

Jesús reza por sus discípulos que no pertenecen al mundo, pero que están en el mundo, y deben dar continuidad a su obra. Jesús no los saca del mundo, sino que se hace presente en sus vidas con el mismo amor con el cual el Padre ha amado. Pidiendo a Dios que los guarde, “Jesús actúa como la madre que se preocupa por sus hijitos” (Ildo Perondi). En esta oración, Jesús desborda en sentimientos cariñosos y de satisfacción por aquellos que el Padre le dio y por lo que él ha tenido un celoso cuidado. La unidad entre ellos alegra el corazón del Maestro y motiva la fe de otras personas. El deseo de Jesús es que esta unidad sea cultivada y mantenida así como sucede en la Trinidad, sin intereses ni restricciones. Solamente así será verdaderamente plena y perfecta. Sin esta unidad la fe se ve perjudicada y sin sentido. Pero es importante no confundir unidad con uniformidad, ya que la uniformidad elimina las diferencias y la unidad valoriza y crece con las diferencias.
Los que decidieron seguir a Jesucristo son llamados a conformar sus vidas con la manera de ser y de vivir del mismo Jesús. Para eso, todo lo que el Hijo recibió del Padre compartió con sus discípulos, principalmente su Palabra y la alegría que siente por la fidelidad al proyecto del Padre. Las mismas dificultades vividas por el Maestro se repetirán en la vida de los discípulos, pues existen en el mundo fuerzas contrarias a la realización del proyecto de Dios. Por eso mismo la palabra mundo aparece en Juan en sentido negativo. Jesús comparte también con sus discípulos el mismo Espíritu que lo acompañó en su misión, para que esta Fuerza de lo alto pueda animarlos y ser garantía del éxito en la misión que les es confiada. En definitiva, ellos deben testimoniar en la fidelidad aquello que experimentaron, para que el mundo crea.
Edificados sobre el fundamento de los apóstoles recibimos como herencia aquello que fue compartido por Cristo. Al rezar por los apóstoles Jesús pensó también en nosotros que nos decimos sus seguidores y que, en medio de tantas limitaciones, somos portadores de un gran tesoro. Se trata de un tesoro en vasijas de barro, que debe ser guardado y compartido en la fidelidad para ayudar a otras personas a crecer en la fe. Los vientos contrarios a la fe y a la fidelidad exigen que nos apoyemos unos en los otros a fin de que estemos siempre motivados en el caminar. El testimonio orante de Jesús nos hace recordar uno de los llamados constantes de San Juan Calabria: “ antes que nada, mírense como hermanos y como tal ámense unos a los otros, ayudándose mutuamente, principalmente en la vida espiritual”. Seguramente este es un camino exitoso para la realización de la unidad tan deseada por Cristo y el testimonio más eficaz de que estamos en el mundo, pero pertenecemos a Cristo.

 Pe. Degaaxé
Tradução: Nómade de Dios.

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