domingo, 26 de maio de 2013

BRILLAR SIN OPACAR EL BRILLO DE LOS OTROS



Una reflexión a partir de Marcos 4, 21-25 

El evangelio de Marcos es un texto motivador, pues una comunidad en donde este evangelio nació (Roma) estaba siendo perseguida y la tendencia era de cerrarse, “borrarse” por el miedo. La luz que la iluminó necesita ser llevada para que otros también la puedan experimentar. O sea, el mensaje de salvación que llegó hasta ellos a través del testimonio de los apóstoles, no podía quedar encerrado en el pequeño grupo, debía ser comunicado, aunque para eso tuviesen que pagar con la propia vida. Este texto permite un paralelo con el evangelio de Mateo (5, 16), donde Jesús llama a sus discípulos de luz: “que la luz de ustedes brille delante de las personas para que ellas vean las buenas obras que ustedes hacen y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los cielos”. Pero los discípulos no tienen luz propia. Ellos dependen de Jesús así mo la luna depende de la luz del sol para iluminar.
Una lámpara encendida no puede quedar escondida. Lo mismo sucede con la vida de quien se encontró con Cristo y se dejó iluminar por él. Esta experiencia no significa monopolio o privilegio, sino estrategia de Dios que ama y que “se sirve de unos para llegar más fácilmente a los demás” (A. T. Queiruga). Por lo tanto, el mensaje de salvación que Jesús trajo está destinado a todos y, de alguna manera, muchos aspectos de este mensaje ya son vividos por las personas de las diversas culturas y religiones. Es bastante ilustrativa la crítica que Jesús hace a sus discípulos que querían mantener el monopolio sobre su persona, impidiendo a alguien de actuar en nombre de Jesús solamente porque no pertenecía al grupo. Los discípulos todavía no habían entendido que la misión de ser luz implica también permitir el brillo de los otros.
Jesús nos llama a ser luz a partir de su propia luz. Es necesario dejarnos iluminar para poder iluminar nosotros. San Juan Calabria describe esta experiencia con las expresiones depósitos y canales: “depósitos para nosotros y canales para los otros”. Jesús también nos llama la atención respecto de la escucha, pues aquello que escuchamos y la manera como oímos van determinando el camino que debemos seguir. Muchas veces sacamos nuestras conclusiones apena a partir de lo que escuchamos decir a los otros. Siendo así, esta ha sido la medida de nuestra respuesta a las apelaciones de Dios. ¡Pobre respuesta! Pero no se puede seguir a Jesús de manera tan superficial. Nuestra respuesta debe partir  de la experiencia del encuentro y renovarse continuamente. El don de la fe en nosotros tuvo su momento inicial – “momento niño” – pero no puede permanecer infantil todo el tiempo; necesita madurar y dar buenos frutos. La medida de nuestra fe está en la capacidad de producir frutos. Que a través de los buenos frutos, nuestra fe pueda brillar, sin opacar la fe de los otros.

 Pe. Degaaxé
Tradução: nómade de Dios

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