Una reflexión a
partir de Juan 5, 31 – 47
Jesús vive intensamente la experiencia de ser Hijo amado,
comprometiendose totalmente con el proyecto de Dios. Él es el testigo fiel por
excelencia. No solamente sus obras testifican esa verdad, sino, principalmente
el Padre. Los Evangelios sinópticos destacan dos momentos significativos en que
el Padre declara su amor y predilección por el Hijo, invitandonos a escuchar lo
que él dice: en el momento de su bautismo y en la transfiguración. Quien sigue
la voz del Hijo obedece a la voluntad del Padre. Él es la verdad de Dios para
el ser humano y la verdad del ser humano para Dios. Quien se vuelve su testigo
da testimonio de la verdad y quien es de la verdad escucha su voz.
En ese sentido, Juan Bautista es presentado como modelo
por haber empeñado todas sus fuerzas para que el misterio de Dios revelado en
Jesucristo fuese bien recibido por las personas. Por esta verdad, él dió la
propia vida. Aunque Jesús no dependa del testimonio de un ser humano, reconoció
su empeño y corage. Para que nuestra testimonio sea verdadero como el de Juan,
es fundamental que la experiencia de la Palabra se haga vida en nosotros.
Cuanto más intensa sea la experiencia, más aficaz será el testimonio. Ya en la
Antigua Alianza, muchas personas sensibles a la inspiración divina y atentas a
la realidad, se volvieron verdaderas testigos de la Palabra. Así nació el
movimiento profético.
La razón de todo el impulso renovador de los profetas
estaba en la fidelidad a la Palabra de Dios, vivida de modo radical. Fueron
capaces de interpretar los acontecimientos, ayudando al pueblo a no desanimar
se en el camino de adhesión a los proyectos de Dios y a mantener firme la
esperanza en el futuro. Así como sucedía con los profetas, es necesario que
eduquemos nuestra sensibilidad para captar, internalizar y testimoniar la
inspiración que viene de Dios. La realización en Cristo de todo lo que los
profetas dijeron posibilitó un vigor constante en el testimonio de los mártires
y se extiende hasta nuestros días con una multitud de testigos que, en nombre
de la fe, y por el bien de los demás,donan totalmente sus vidas. Fortalecidos
por el Espíritu de Dios, también nosotros somos llamados a ser testigos,
llevando nuestra respuesta hasta las últimas consecuencias.
Pe.
Degaaxé
Tradução:
Nómade de Dios.
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