domingo, 29 de novembro de 2020

ESPERA ALEGRE Y VIGILANTE

 

Reflexión a partir de Is 63, 16-|7; 64, 1. 4-8; 1Cor1, 3-9; Mc 13, 33-37




 

Estamos iniciando el tiempo del adviento. Este es un período de espera vigilante y alegre para la venida del Señor. De acuerdo con la dinámica de este tiempo, durante las dos primeras semanas reflexionamos sobre su venida en la gloria, al final de los tiempos, o sea, en la realización de los tiempo ya que el mundo y la historia no caminan hacia un fin, sino para su verdadera finalidad: el mismo Jesús. En las dos semanas siguientes nos hace reflexionar sobre el misterio de su primera venida en nuestra historia, encarnándose en nuestra realidad, volviéndose uno de nosotros.

El profeta Isaías, Juan Bautista y la Virgen María son los personajes bíblicos más importantes durante este período por su contribución en la preparación del cumplimiento de la venida del Salvador de la humanidad. Las dos palabras que nos acompañarán en este período son vigilancia y espera. Las dos caminan juntas porque nuestra espera no es pasiva, como la de los espectadores, sino que es una espera vigilante y activa. Esperamos porque es cierto que él viene, y vigilamos para poder recibirlo bien.

En la primer lectura, el profeta Isaías dirige una intensa oración a Dios, reconociéndolo como Padre. Por un lado, el profeta recuerda con gratitud la fidelidad de Dios que hace cosas maravillosas para salvar a su pueblo; por otro lado, él reconoce la falta de correspondencia por parte del pueblo, sintiéndose también él culpable al ser miembro de ese pueblo. Esta oración nos motiva a confiar en Dios que es Padre plasmó cada persona y está dispuesto a dar siempre una nueva oportunidad a quien quisiera volver hacia Él. Que podamos aprovechar esta oportunidad que nos está dando.

En la segunda lectura, Pablo agradece a Dios por la acción de su gracia en la comunidad de Corintios, la cual dio buenos frutos como respuesta a esta acción. Esta comunidad esperó la venida del Señor no de cualquier manera, sino con una fe activa como expresión de su compromiso frente a los dones recibidos. La esperanza de San Pablo es que esta comunidad continúe firme en el mensaje recibido sobre Jesús y crezca en la fa en Él, que es confiable.

En el Evangelio, Jesús nos pide que estemos preparados para su venida y nos invita a vigilar para que él, el “dueño de casa”, pueda venir en cualquier momento, sin aviso previo. El tiempo que nos es dado no es apenas kronos (cantidad de tiempo), es también y principalmente Kairós (calidad de tiempo), esto es, tiempo oportuno, oportunidad de conversión y, por lo tanto de salvación. Estamos invitados a “retomar la relación de amistad con el tiempo y descubrirlo habitado por una presencia” que quiere ser reconocida y recibida. El Señor viene para traer alegría. Entonces, “tengamos cuidado para no perdernos la posibilidad de ser feliz”.

“Presten atención, vigilen...” con esa exhortación Jesús manifiesta todo su amor por sus discípulos y el deseo de recompensarlos por su fidelidad. Con ellos, nosotros también somos siervos, administradores de los dones de Dios. Tenemos tareas y responsabilidades confiadas por el Señor para el cuidado de su casa, o sea, el mundo, las hermanas y hermanos de camino, etc. El Señor que viene quiere que estemos vigilantes en oír y practicar sus enseñanzas. Esas actitudes traducen la verdadera vigilancia del siervo bueno y fiel que espera el regreso de su señor.

¿Para qué nos pide el Señor que estemos prontos? “Para el esplendor del encuentro. Y no con un Dios amenazador, que es la proyección de nuestros miedos y mentalidad”, sino con el Dios bueno que viene para hacer fiesta con nosotros y darnos la recompensa por nuestra fidelidad en la vivencia del amor con el cual debemos relacionarnos y cuidar unos de los otros. Este es el verdadero rostro de Dios, revelado por Jesús. Por lo tanto, “el mensaje no es de miedo, sino de alegría porque el Señor viene definitivamente para ser la luz de nuestras vidas”, apartando la noche de infidelidad e hipocresía que niegan nuestra identidad como buenos y fieles siervos y también niegan ese verdadero rostro de Dios.

El riesgo que corremos es aquel de que nos encuentre durmiendo sin percibir que estamos siendo visitados. San Juan Pablo II dice que “uno de los grandes males de nuestro tiempo es el eclipse de la conciencia” - que no logra distinguir el bien del mal, lo dulce de lo amargo. En este sentido, la oración es importante no como una repetición de fórmulas, sino como un diálogo constante con el Señor para mantener esa conciencia viva. Sobre ese diálogo, dice Santa Teresa de Ávila que se trata de “un diálogo de tú a tú con Aquel por quien sabemos que somos amados”.

El Señor quiere entrar en nuestras vidas. El Adviento nos trae precisamente este mensaje: vamos a abrir nuestros corazones a la esperanza porque él quiere traer alegría. Si el Señor entra en tu vida te va a pedir cambiar algunas cosas, pero eso no debe ser un problema para ti porque aquel que te pide cambiar tiene cosas mejores para ti: él te trae la alegría. Por eso, ¡coraje!, ¡confianza! Nuestra realidad está “grávida” de Dios. Que podamos estar preparados para reconocerlo y recibirlo todo el tiempo, en todas las situaciones y en cada persona que se acerque a nosotros.


Fr Ndega 

Traducion: Nomade de Dios

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