domingo, 15 de novembro de 2020

SIERVO/A BUENO/A Y FIEL

 

Reflexión a partir de Mate 25, 14 – 30


 

El contenido de esta reflexión me lleva a comenzar con la frase “Dios es bueno”. Él todo lo hace bien y decidió compartir sus dones con nosotros haciéndonos siervos, administradores de estos dones, no dueños. Él no llena con su gracia y bondad, de acuerdo con lo que las Escrituras dicen: “de su bondad, recibimos gracia tras gracia”. Pensemos en nuestra vida. “Dios nos dió vida, y con este don, él nos atribuye una tarea. Lo recuerdo bien: la vida nos es simplemente confiada, es un bien por el cual somos personalmente responsables”, no dueños. Así por su voluntad, el propósito de nuestra vida es ser fecunda desde su propio origen y esa fecundidad se expresa justamente a través de nuestra capacidad de compartir, de hacer fructificar los dones recibidos de Dios; capacidad esta dada por el mismo Dios.

Es eso que Jesús nos hace entender con la “parábola de los talentos”. En esta narración, un hombre llamó a sus tres siervos, compartió sus bienes con ellos y partió para un largo viaje. En su regreso, él llamó nuevamente a los siervos para que rindan cuentas. De los tres solamente dos siervos participaron de la alegría del señor porque actuaron de acuerdo con su expectativa, mientras que el tercero cultivando una idea equivocada de su señor, prefirió enterrar el talento recibido.

Entre muchos aspectos, esta parábola habla de la gratuidad de Dios que llama a todos hacia sí y nos confía sus dones. El texto nos dice que esos dones son distribuidos en diferentes medidas, remarcando la diversidad de dones de las personas, pero también nos trae la idea de abundancia y generosidad. No existe ninguna reserva en la oferta divina. Cualquier reserva en este sentido viene de la capacidad de cada uno de recibir y hacer fructificar los dones recibidos: a uno, cinco talentos, a otro, dos y al último, sólo uno. La medida es definida de acuerdo con la capacidad de cada uno. Así aunque Dios actúe con gratuidad y generosidad, él respeta la libertad y la capacidad para recibir de cada uno. Para él interesa más la calidad de nuestras acciones y no la cantidad.

Lo importante no es la cantidad de dones recibidos, sino la capacidad o entusiasmo para hacerlos fructificar, o sea, lo que recibimos debe ser compartido no acumulado o usado a penas para uno mismo. Dones compartidos generan fraternidad y sirve para la gloria de Dios: “Bien, siervo bueno y fiel... ven a participar de la alegría de tú Señor”. Aquel que decide usar los dones recibidos a penas para sí mismo arruina su propia vida. Tal vez eso se deba al miedo: miedo a Dios, a la novedad, a la fraternidad. Refiriéndose a Dios, el miedo es causado por el cultivo de falsas imágenes de él; y refiriéndose a la novedad es causado por la pereza, una expresión de una vida mediocre que nos garantiza una zona de confort, cerrándonos a los demás.

El cultivo de una imagen de un Dios severo nos asusta, nos paraliza. “Debemos tener el concepto de un Dios que nos anima a salir de nosotros mismos, que nos da valor para vivir la libertad para el Reino”. Una señal muy clara de reconocimiento de sus dones en nuestras vidas es nuestra voluntad de servir. Esos talentos, confiados a la capacidad de todos, nos hacen recordar de nuestro llamado vocacional. Dios nos llama a la vida y fortalece con su gracia nuestra capacidad de crecer, de madurar personalmente, de discernir y responder al llamado viviendo como hijos, hermanos y hermanas, seguidores de su Hijo.

“Dios me dio vida, para que pueda multiplicar los bienes de la tierra, o sea, hacer el bien, para que a través de este servicio pueda encontrar el sentido de mi vida, y descubrir mi vocación, esto es, el bien que Dios me da para hacer”. Esconderse o esconder los dones es una señal de que no aprecio la vida lo suficiente de acuerdo con la voluntad del Dador. Si no entierro mi vida en la arena y tengo la audacia de hacer fructificar los dones de Dios, puedo nutrir la esperanza de que él me apruebe, y me de más. Contar con nosotros para cuidar de sus dones significa que Dios tiene buenas expectativas sobre nosotros. Él quiere que compartamos su alegría. La fidelidad a esta tarea es la condición para participar de su alegría. Que podamos actuar sabiamente como siervos buenos y fieles.


Fr Ndega

Traducion: Nomade de Dios

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