domingo, 29 de outubro de 2017

AMAR A DIOS AMANDO TAMBIÉN AL PRÓJIMO


Reflexión sobre Éx. 22, 20-26; 1Tes 1, 5-10; Mt 22, 34-40


Las Escrituras testifican sobre la relación especial entre Dios y su pueblo. Dios quiso hacer una alianza con este pueblo, dándole algunas orientaciones para que ellos pudiesen actuar bien, garantizando un futuro de realización para sus vidas. Es en este contexto que nacen los Mandamientos como un camino de vida. No hay nada más importante en su caminar como pueblo elegido que vivir fielmente a la Ley del Señor. Realmente para el pueblo de Israel la Ley es Palabra de Dios y la Palabra de Dios es la Ley. Cuando ellos dicen: “La Ley del Señor es perfecta, conforta el alma”, ellos se están refiriendo a la Palabra de Dios (Torá).

Existe una relación profunda entre la Ley y la Palabra, porque los mandamientos de la Ley expresan el cuidado y el amor de Dios por su pueblo. Fue esta su manera de actuar que trajo la liberación y la identidad del pueblo de Israel. Dios espera que ellos puedan actuar como él actúa, particularmente con los más vulnerables (viudas y huérfanos) y extranjeros que necesitan de ayuda y acogida. La fuente de los mandamientos es el corazón misericordioso de Dios. La obediencia a estos mandamientos es fuente de bendiciones que conduce a la vida, pero la desobediencia a ellos lleva a la muerte.

Infelizmente, alrededor de esta Ley Divina, los judíos pusieron muchas otras reglas, desviando el foco de aquello que Dios había establecido. Los primeros diez mandamientos se volvieron seiscientos trece mandamientos. Los pobres eran considerados pecadores porque no podían memorizar todo eso, y por lo tanto no los practicaban. Sin embargo, ellos eran conscientes de lo que era esencial en la Ley. Esta fue la respuesta de Jesús, cuando dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas” (Dt. 6, 4-5) “y al prójimo como a ti mismo” (Lev. 19, 18).

El amor a Dios es el primer mandamiento, pero Jesús lo relacionó al amor al prójimo, mostrando que es imposible amar a Dios sin amar también al prójimo. Santiago, en su carta, dice que es un mentiroso aquel que dice amar a Dios, pero no ama a su prójimo. Es a partir del mandamiento de amar a Dios que viene aquel de amar al prójimo. La fuente es siempre Dios porque él nos amó primero. Es debido al amor de Dios por nosotros que podemos verdaderamente amar a los demás. “Este es un desafío para muchas culturas, especialmente donde muchas veces es cultivada la lealtad a la familia y tradición como el primer mandamiento.

La presencia y la misión de Jesús en medios de nosotros demuestran que solamente a través del amor, el ser humano puede obtener la plena realización de su vida. Claro, que siendo miembro de alguna religión o participar de la misa es una señal de amor para con Dios como prioridad en nuestra vida. Por lo tanto, al final de nuestra jornada en esta tierra, no nos preguntarán sobre nuestra participación religiosa o frecuencia a misa, sino sobre el amor que tuvimos por los otros. La calidad de nuestro amor a Dios es demostrada en la manera como amamos a los otros. Ama realmente aquel que quiere solamente bien a la persona amada, aunque no sea digna. Es aun así que Dios nos ama, esto es, de manera generosa y gratuita.

Para Jesús, lo importante es amar a Dios, amando también al prójimo. Su pedagogía fascinante transformó a dos mandamientos en uno solo, que es: amarnos los unos a los otros como él nos ha amado. Así como Dios nos amó en Cristo, así también nosotros debemos amar a partir de Cristo. Quien ama de esta manera descubrió la esencia de la ley de y de la vida, pues aquellos que siguen a Jesús no siguen una ley o doctrina, sino una persona.


Por lo tanto, la credibilidad del mensaje cristiano en el mundo está en amar unos a los otros como hermanos. Nosotros amamos a Dios cuando le damos el primer lugar en nuestras vidas, cuando buscamos primero su reino y su justicia. Nosotros amamos al prójimo cuando hacemos elecciones que promueven la vida y la fraternidad. Nosotros podemos demostrar nuestro amor a Dios y al prójimo de manera más concreta cuando somos capaces de sentir compasión delante de la realidad de sufrimiento de aquellos que son forzados a dejar sus casas y sus países y nos disponibilizamos a participar en iniciativas para ayudarlos en sus necesidades. Sobre los primeros cristianos se decía: “miren cómo se aman”. Esta realidad sólo era posible porque se mantuvieron unidos en el amor de Aquél que los llamó. Entonces, vayamos y hacemos lo mismo!. 

Fr Ndega
Tradución: Nómade de Dios

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