Una reflexión a
partir de Mt 5, 7-15
Jesús enseña a sus discípulos a rezar y llama la
atención para la necesidad de un actitud de hijo que se dirige al padre con
confianza. No se debe hacer de la oración un acto de exhibicionismo, sino de
abandono en las manos de aquel que sabe de las necesidades de sus hijos e hijas
aún antes que le pidan alguna cosa. La verdadera oración es un acto de entrega.
Reza verdaderamente quien es capaz de abandonarse en las manos de Dios y no
apenas quien cumple su deber, ejecutando fórmulas prontas y definidas. La
primera parte de la oración que Jesús enseña parte de un reconocimiento de la paternidad
divina, que se manifiesta a través de su solicitud y bondad. En esta oración
todo lo que viene después está subordinado a la palabra del Padre. Es necesario
hacer la voluntad del Padre para que su reino suceda en la tierra como en el
cielo.
A este Padre debemos dirigirnos con confianza, ciertos
de que recibimos mucho. Pedimos pan, perdón y reconciliación. Así, “de su
bondad recibimos gracia sobre gracia”. Esta oración confirma el cuidado amoroso
de Dios que comparte sus dones con sus hijos e hijas, esperando que hagamos lo
mismo con los demás, con el fin de que la fraternidad sea una señal auténtica
de su paternidad e instrumento de su misericordia. Nuestra petición revela que
nos preocupamos por los otros y no solamente con nuestras necesidades personales.
El Padre Nuestro enseña a pedir lo necesario, o sea, “el pan de cada día”, pues
es necesario que nos posicionemos radicalmente contra toda forma de acumulo y
desperdicio, que rompe la fraternidad, haciendo sufrir a los pobre y a los
hambrientos. Sobre este tema, se expresa el papa Francisco: “el consumismo nos
llevó a acostumbrarnos con lo superfluo, con el desperdicio diario de comida…
Recordemos siempre que la comida que tiramos en la basura es como si estuviésemos
robando de la mesa de quien es pobre, de quien tiene hambre”.
Para San Juan Calabria, “el Padre Nuestro es, por así
decir, el Santo Evangelio en miniatura. Todos los problemas deben ser
considerados y estudiados en relación y armonía con la paternidad de Dios”. Se
decimos “Padre Nuestro” es porque creemos que somos hermanos de muchos. Dios no
hace discriminación de personas y no se olvida de ninguno de sus hijos e hijas.
Por eso no le agrada una oración que no tenga presente a los otros hermanos y
hermanas. Dios no siempre nos da lo que pedimos, pero si siempre nos da lo que
necesitamos. Si muchas veces no recibimos lo que pedimos es porque no pedimos
como conviene, o sea, nos faltan la verdadera actitud y las motivaciones
requeridas por Jesús cuando enseño a sus discípulos a rezar. El “Padre Nuestro”
es una oración fácil de rezar, pero no siempre es fácil rezar el “Padre
Nuestro”, pues no solamente habla de nuestra relación con Dios, sino que
cuestiona nuestra forma de ser fraternos. En resumen, somos llamados a vivir la
fraternidad a partir de la paternidad divina y a tener un corazón de hijos,
pues “quien no vive como hijo no aprende a ser hermano”.
Pe. Degaaxé
Tradución:
Nómade de Dios
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