sábado, 22 de junho de 2013

“QUIEN NO VIVE COMO HIJO/A NO APRENDE A SER HERMANO/A”


Una reflexión a partir de Mt 5, 7-15 

        Jesús enseña a sus discípulos a rezar y llama la atención para la necesidad de un actitud de hijo que se dirige al padre con confianza. No se debe hacer de la oración un acto de exhibicionismo, sino de abandono en las manos de aquel que sabe de las necesidades de sus hijos e hijas aún antes que le pidan alguna cosa. La verdadera oración es un acto de entrega. Reza verdaderamente quien es capaz de abandonarse en las manos de Dios y no apenas quien cumple su deber, ejecutando fórmulas prontas y definidas. La primera parte de la oración que Jesús enseña parte de un reconocimiento de la paternidad divina, que se manifiesta a través de su solicitud y bondad. En esta oración todo lo que viene después está subordinado a la palabra del Padre. Es necesario hacer la voluntad del Padre para que su reino suceda en la tierra como en el cielo.
        A este Padre debemos dirigirnos con confianza, ciertos de que recibimos mucho. Pedimos pan, perdón y reconciliación. Así, “de su bondad recibimos gracia sobre gracia”. Esta oración confirma el cuidado amoroso de Dios que comparte sus dones con sus hijos e hijas, esperando que hagamos lo mismo con los demás, con el fin de que la fraternidad sea una señal auténtica de su paternidad e instrumento de su misericordia. Nuestra petición revela que nos preocupamos por los otros y no solamente con nuestras necesidades personales. El Padre Nuestro enseña a pedir lo necesario, o sea, “el pan de cada día”, pues es necesario que nos posicionemos radicalmente contra toda forma de acumulo y desperdicio, que rompe la fraternidad, haciendo sufrir a los pobre y a los hambrientos. Sobre este tema, se expresa el papa Francisco: “el consumismo nos llevó a acostumbrarnos con lo superfluo, con el desperdicio diario de comida… Recordemos siempre que la comida que tiramos en la basura es como si estuviésemos robando de la mesa de quien es pobre, de quien tiene hambre”.
       Para San Juan Calabria, “el Padre Nuestro es, por así decir, el Santo Evangelio en miniatura. Todos los problemas deben ser considerados y estudiados en relación y armonía con la paternidad de Dios”. Se decimos “Padre Nuestro” es porque creemos que somos hermanos de muchos. Dios no hace discriminación de personas y no se olvida de ninguno de sus hijos e hijas. Por eso no le agrada una oración que no tenga presente a los otros hermanos y hermanas. Dios no siempre nos da lo que pedimos, pero si siempre nos da lo que necesitamos. Si muchas veces no recibimos lo que pedimos es porque no pedimos como conviene, o sea, nos faltan la verdadera actitud y las motivaciones requeridas por Jesús cuando enseño a sus discípulos a rezar. El “Padre Nuestro” es una oración fácil de rezar, pero no siempre es fácil rezar el “Padre Nuestro”, pues no solamente habla de nuestra relación con Dios, sino que cuestiona nuestra forma de ser fraternos. En resumen, somos llamados a vivir la fraternidad a partir de la paternidad divina y a tener un corazón de hijos, pues “quien no vive como hijo no aprende a ser hermano”.

Pe. Degaaxé
Tradución: Nómade de Dios

Nenhum comentário: