Estamos invitados a refleccionar
sobre el significado de la misión de Cristo y a dejarnos cuestionar sobre
nuestra comprensión de rey y de reino. Cristo tenía dos pasiones: la pasión por
el reino de Dios y la pasión por el Dios del reino. Al dirigir su mensaje a las
personas no hablaba de si, sino del reino y del Padre. Jesús nunca definió lo
que viene a ser el reino de Dios, pero dice que ya está entre nosotros y que
podemos identificarlo. Sus propias acciones libertadoras em favor de los
pequeños y pobres revelan que un nuevo tiempo ya comenzó; finalmente, el reino
de Dios llegó. El discurso inaugural de un evente tan importante él lo hace
para gente considerada sin importancia. Por lo tanto, estamos delante de un
reino diferente.
Nuestra comprensión del reino no
puede prescindir de la postura del propio Jesús que, a lo largo de toda su vida
pública, cuando era elogiado, no permitió ser llamado de rey, pero admite ser
rey delante de Pilato en el momento en que estaba aparentemente derrotado, sin
defensa, injusticiado e inconcientemente condenado. También en aquel momento
continuaba el mensaje de las bienaventuranzas: bienaventurados sois vos que
pasais por lo que estoy pasando, pués voso es el reino de los cielos. Como
corona recibe la de espinas y como trono asume la cruz. Cómo entender este rey
y este reino? Él dirá que no es para ser entendido y si, acogido y vivido, pués
el reino es don. Por lo tanto, el reino que Jesús testimonia no es de este
mundo, pero acontece en este mundo a través de la realidad concreta de nuestras
culturas, según expresa el Papa Pablo VI en la exortación apostólica Evangelii Nuntiandi n. 20: “ El reino
que el Evangelio anuncia es vivido por personas profundamente ligadas a una
determinada cultura y la edificación del reino no puede dejar de servirse de
elementos de la civilización y de las culturas humanas”.
Es por eso que la inculturación
es tan valorizada e incentivada por la Iglesia, pués ella permite una mayor y
mejor asimilación del mensaje del Evangelio por las difentes culturas,
haciendonos reconocer la riqueza del reino de Dios en la diversidad cultural.
No se puede suprimir la diversidad cultural, pués si lo hacemos estaremos
suprimiendo un pedazo de Dios. Por eso celebramos, rescatando los valores de
las culturas negras, reconociendo toda su riqueza y contribución en la
evangelización. El documento de Aparecida ve como “una riqueza por la presencia
de las nuevas expresiones y valores, manifestando y celebrando cada vez mejor
el misterio de Cristo, consiguiendo unir fe y vida y así contribuyendo para una
catolicidad más plena” (Dap. 479). Eso sucede a través de la ornamentación
cariñosa y cuidadosamente preparada; de las vestiduras, la música, los
instrumentos, las danzas y el compartir. Hay una mayor dinamicidad aconteciendo,
que traduce una forma de ser negro/negra que se manifiesta en la alegría y con
mucho anadear, ayudando a la Iglesia a ser plenamente católica.
Recordamos a Zumbi de los
Palmares y con él, tantos negros y negras que cayeron, victimas del racismo que
contamina el corazón de las personas y sus inumerables relaciones. La realidad
de discriminación y exclusión por la cual pasa la comunidad negra es una
perpetuación de esa situación que continúa estableciendo criterios injustos,
privilegiando unos e hiriendo la dignidad de otros. El ejemplo de Zumbi y de
tantos otros martires de la causa negra nos deben motivar en el camino para que
nos volvamos fieles instrumentos de la realeza de Cristo, el profeta de la no
violencia, que asumió sobre sí toda suerte de dolor, racismo, discriminación,
preconcepto y los superó. De èl recibimos la vida que no muere jamás y con él
reconocemos que todos somos hijos e hijas de Dios, con iguales derechos y
dignidad.
La realeza de Cristo es
totalmente opuesta a la realeza del mundo, pués los reinos de este mundo
ejercen dominio, oprimen y excluyen. El reino de Jesús liberta e integra.
Nosotros que seguimos Jesús, somos personas limitadas y por eso mismo, llevamos
su mensaje como tesoros en vasijas de barro. Es facil confundir el reino de
Dios con nuestra mentalidad exclusivista y excluyente, pués asociamos a la
Iglesia y el reino de Dios va más allá de la Iglesia. Jesús criticó severamente
los discipulos por haber hecho callar a alguien que no era del grupo, pero que
hablaba en el nombre de Jesús. Eso quiere decir que Jesucristo no es propiedad
de los cristianos ni de ninguna cultura. Es patrimonio universal. Jesús no se
deja prender; su reino también no. El reino de Dios no tiene fronteras. Es este
reino que la comunidad negra busca testimoniar con su vivencia.
Axé!
Pe. Degaaxé
Tradução: Maria Erika
Martínez
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