domingo, 19 de fevereiro de 2017

“HACER EL BIEN, SIN MIRAR A QUIEN”


A partir de Levítico 19, 1-2. 17-18; 1Cor 3, 16-23; Mt 5, 38-48



La creación del ser humano fue un acto de amor. Cuando Dios lo hizo él dice: “hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza”. Por lo tanto, desde el inicio el ser humano es llamado a actuar como Dios. Actuar como Dios es amar. Todo lo que el ser humano realiza en su camino terreno debe llevarlo en esta dirección. Así, podemos entender la razón de aquella ley en el Antiguo Testamento que dice: “Sed santos, porque Yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”. Esta ley es la referencia de la santidad para los judíos. Debido a la santidad de Dios, el pueblo que fue elegido por él, es llamado a ser santo, y el medio para alcanzar este objetivo es “amar al prójimo como a sí mismo”. El deseo de Dios es que ellos puedan actuar como él lo hace. El segundo texto nos dice que el Espíritu Santo nos ha sido dado y vive en nosotros. Así nuestras vidas se han vuelto templo de Dios. Esto confirma nuestra vocación a la santidad de acuerdo con el plan original de Dios. La presencia del Espíritu Santo en nosotros es la ayuda que necesitamos para que nuestras acciones sean santas.

Las enseñanzas de Jesús proponen una nueva relación entre las personas con Dios y entre las mismas personas. Su objetivo es mostrar que la perfección del Padre es inspiración para la perfección de sus hijos e hijas. Esto no es imposible, ya que el mismo Jesús mostró paso a paso como aproximarse de Dios, y como vivir con él, que es lleno de amor y generosidad. La expresión “ojo por ojo, diente por diente” que Jesús mencionó, es llamada como “Ley del Talión”. Esta ley no quiere ser motivación a la violencia o a la venganza, sino que se hizo justamente para evitar la venganza sin control, “y así proteger a la persona que comete un error, para que no sea castigada con un peso mayor que el de la ofensa”. Verdaderamente esta ley nació porque “muchas veces el castigo era mayor que la mala acción de la persona”. Por lo tanto, esta manera de actuar que esta Ley enseñaba no reflejaba la voluntad de Dios, que mandó “amar al prójimo como a sí mismo”.

Como la intención de Jesús es rescatar el plan original de Dios, él decide enseñar a las personas una manera diferente. Él no fuerza a sus discípulos a asumir ese compromiso, sino que para que ellos puedan seguirlo verdaderamente existen algunas condiciones. Mientras otras personas aman solamente a aquellos que los aman, los discípulos de Jesús deben amar hasta a los enemigos y hacer el bien a los que los odian. Este es lo amor sin límite che la característica del amor cristiano. El objetivo de ese proceso es que sean hijos de Dios, que concede sus dones a aquellos que son buenos y también a los malos. Él hace esto porque es su manera de ser y para que podamos aprender de él. Aunque no merezcamos sus dones, no podemos poner límites a su generosidad.

El verdadero discípulo de Jesús “no dispute con la persona mala”, sino ofrezca una visión diferente de la vida, esto es una manera diferente de actuar. Eso significa darle la posibilidad de pensar mejor en vista de un cambio en sus acciones. Esta es también una oportunidad para reflexionar sobre la presencia del mal en el mundo. Esta situación no es obra de Dios, sino resultado de la libertad humana. El mismo Dios es el primer interesado en querer eliminar el mal del mundo, y por eso mismo motiva a los discípulos de su Hijo a usar la bondad del corazón y buenas acciones para los otros, sin juzgar sus comportamientos, o sea, “hacer el bien, sin mirar a quien”. Con la ayuda de Dios podemos vencer el mal, porque el mismo Dios tiene el hábito de hacer que las realidades que son malas se vuelvan buenas, y situaciones de muerte se vuelvan situaciones de vida. La muerte de su Hijo, fue un acto malo del ser humano, pero él hizo que esa situación mala se vuelva beneficiosa para la salvación del ser humano. Una señal muy clara de esta situación es que cuando Jesús estaba en la cruz, torturado por sus enemigos, él reza a Dios Padre por ellos y los defiende diciendo que ellos no saben lo que hacen.

Dando el ejemplo de Cristo, que es llamado también profeta de la “no violencia”, la única forma de superar este mal es responder con señales de paz. Jesús quiere que nuestras actitudes sean opuestas a la tendencia de nuestra sociedad a la venganza, violencia, etc. Estas situaciones entre nosotros han complicado la vida fraterna y negado nuestra identidad de hijos de Dios. De acuerdo con el papa Francisco “el criterio de nuestra identidad como hijos de Dios es la actitud de misericordia”. Como seguidores de Jesús no somos mejores que los otros, sino que debemos actuar de forma diferente, esto es, mostrar la otra mejilla a la violencia. Cuando nosotros odiamos a nuestros enemigos les damos poder sobre nosotros: poder sobre nuestro sueño, nuestro apetito, nuestra presión arterial, nuestra salud, nuestra felicidad (Dale Carnegie). En resumen, no podemos permitir que la persona mala decida cómo debemos actuar.

Existe una pequeña historia que dice algo más sobre eso. “Un escritor llamado Sydney Harris, cuenta una historia que sucedió cuando él acompañaba a su amigo a la puesto de revistas. Su amigo saludó al dueño con mucho respeto, pero como respuesta el hombre fue muy mal educado. El amigo de Harris aceptó la revista que le tiró hacia donde él estaba y sonrió respetuosamente, deseando un buen fin de semana para el vendedor. Más tarde, mientras caminaban, en el camino, el autor preguntó al amigo: “¿Ese hombre siempre tiene ese mal trato con vos? – Sí, infelizmente él es así. ¿Y vos tienes siempre una actitud educada y cordial con él? –Sí, la tengo. – ¿Porque sus tan bueno con él y él se porta tan mal con vos? Porque yo no quiero que él decida cómo debo actuar.


Es el mismo Jesús quien nos invita a actuar así. Según él, el mal no puede remover el mal, sólo el bien lo puede hacer. Intentemos amar como Jesús lo hizo y a través de este amor construyamos la sociedad que Dios espera para sus hijos e hijas. 

Fr Ndega
Traducion: Nomade de Dios

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