domingo, 12 de fevereiro de 2017

EL VALOR DE NUESTRAS PALABRAS


REFLEXIÓN SOBRE: Eclesiástico 15, 15-20; 1Cor 2, 1-10; Mt 5, 17-37

“Dios conduce el universo entero de acuerdo con su plan de sabiduría y bondad. No existe nada que escape a su mirada amorosa”. Él respeta la libertad de los seres humanos y, cuando les propone el camino para alcanzar la vida eterna, espera que puedan elegir bien, para vivirlo para siempre. De acuerdo con San Pablo, la sabiduría que siempre estuvo con Dios, está dentro de nosotros y nos conduce en nuestras decisiones. Este misterio Dios lo preparó para aquellos que lo aman y nos reveló a través de su Espíritu.  Reconocer esta acción en nosotros es la condición para que podamos hacer la diferencia en la realidad en la que vivimos.
El texto de Mateo presenta a Jesús como el “nuevo Moisés” y su enseñanza es totalmente nueva. No podemos decir que existe ruptura entre la enseñanza de Jesús y la de los antepasados, sino continuidad. Sin embargo, aunque esta sea continuidad, es Jesús el que da la interpretación adecuada, sobre todo lo que fue dicho en el pasado. Por eso él pidió a sus oyentes que presten atención a sus palabras, diciendo: “yo les digo…” Él dice así porque tuvo que enfrentar la dureza de corazón de algunas personas. Por lo tanto, él respetaba los escritos del Antiguo Testamento y aconsejaba a las personas a hacer lo mismo. Así, el Antiguo Testamento también es importante para los cristianos, pues Jesús dice que él no vino a anular la Ley y los Profetas, de hecho, él vino para dar pleno cumplimiento a las promesas hechas a través de estos escritos. Él es la confirmación plena de la fidelidad de Dios a sus promesas.
Jesús retoma temas fundamentales, rescatando el plan original de Dios. Este plan es revelación de su amor que no puede depender de la mentalidad deficiente del ser humano. Jesús insiste que la justicia de sus discípulos debe superar aquella de los fariseos y de los doctores de la ley. En Mateo, justicia significa “voluntad de Dios” y los justos son aquellos que hacen la voluntad de Dios. Esta voluntad es que las personas puedan vivir la generosidad sin medida, haciendo más allá de lo que es establecido por la ley, esto es, cultivar las relacione de respeto y reconciliación. Poco a poco los discípulos de Jesús fueron descubriendo que su deseo era establecer nuevas relaciones entre las personas y Dios y también entre las mismas personas. Él quiere que las personas cultiven la obediencia que bien del corazón, y no la falsa obediencia externa que es sólo para la ley.
“Jesús quiere que nuestra ley acompañe nuestros actos. Obediencia solamente a la ley, sin acciones verdaderas, no nos ayudan en nada. En nuestro corazón y en el amor como el de Jesús, de hecho podemos hacer la voluntad de Dios con palabras y acciones”. Así, es el Evangelio de Jesús que debe ser ley de nuestras relaciones humanas. Si queremos tener buena relación con Dios, no podemos desplazar a los otros ni tener una mala relación con ellos. De acuerdo con la nueva visión que Jesús trae, la forma de vivir de una persona puede causar la muerte de otra, sin necesidad de usar armas de fuego. Sentir rabia por alguien y cultivar este sentimiento es matar a la persona en su corazón. Jesús considera eso como un verdadero asesinato. La falta de respeto es el comienzo de este asesinato.
Debemos estar atentos porque cada pensamiento, palabra o acción que no tiene como objetivo la voluntad de Dios, como pensaba Jesús, da oportunidad al adversario de Dios, causando destrucción en nuestra vida familiar y comunitaria. Nuestra libertad no lleva a usar nuestras palabras tanto como instrumento de edificación fraterna, por ejemplo, palabras de cariño, de consuelo, de esperanza, etc. Como también instrumento de destrucción, por ejemplo, palabras de desprecio y chismes. El chisme sobre alguien roba su dignidad. Existe una parábola que tiene relación con el pensamiento de Jesús y nos ayuda a luchar contra la triste realidad del chisme. “Sócrates era un filósofo griego. Un día alguien llego hasta él y le dijo: - “escucha un comentario sobre tu amigo”. Sócrates le dice: - “Espera, ¿el mensaje que estás queriendo transmitir ya pasó por el análisis de los tres coladores? – “¿Qué son los tres coladores?, preguntó el fulano. Sócrates le respondió: - “¿lo que me quieres decir es un hecho verdadero?” – el fulano dice: “Para decir verdad, fue alguien que me lo contó”. Continuó Sócrates: - “¿lo que me quieres decir se trata de las características positivas de mi amigo? - ¡qué positivo, ni nada!, al contrario, es muy negativo. Citando el último colador, Sócrates preguntó: - “¿Lo que me quieres decir es realmente necesario decirlo?” – “Creo que no hay necesidad de decir eso”. Entonces, concluyó Sócrates: - Como lo que tienes para decirme sobre mi amigo no es verdadero, no es positivo y no hay necesidad de decirlo, entonces, olvídalo. 
Estamos invitados a hablar con cuidado porque las palabras tocan muy profundo y conducen nuestra relación con Dios y entre nosotros. Si nuestras palabras causan heridas en los demás, tenemos el deber de buscar la reconciliación. No podemos cultivar una relación verdadera con Dios si no nos reconciliamos con aquellos que ofendemos o que nos han ofendido. De acuerdo con Jesús, nosotros debemos tomar la iniciativa de la reconciliación y no esperar que la otra persona venga hasta nosotros, aún si no somos culpables. Me gustaría terminar esta reflexión con un verso de un canto compuesto en Brasil: “La Palabra es como una piedra preciosa, quien sabe el valor, cuida bien de lo que dice. La palabra es como brasa, quema hasta el fin; quien sabe lo que dice ha de ser más feliz”.

Fr Ndega

Tradición: Nómade de Dios 

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