Una reflexión a
partir de Juan 13, 1-15
La liturgia cristiana se enraíza en el culto judío,
que tiene como centro a Iahveh, el
Dios que decidió hacer historia con su pueblo y establecer una alianza de amor.
La celebración de la pascua es central en la vida de este pueblo y el sentido
fue madurando a los largo de los siglos: “ De una fiesta primaveral y pastoril,
con la liberación de Egipto recibió un nuevo sentido. Pero todo eso preparaba
al pueblo para recibir su sentido pleno en Jesucristo, que se dejó inmolar por
la liberación de la humanidad entera” (U. ZILLES).
De hecho, Jesús no instituyó una nueva pascua, sino
que por su vida, muerte y resurrección realiza la plenitud de la pascua, dando
un nuevo sentido a muchos ritos y fiestas litúrgicas. Utilizando el ritual
judío, él anuncia a sus discípulos la
liberación plena que estaba por venir y que él mismo deseó ardientemente compartir con sus amigos. En
esta cena en un clima de mucha expectativa y familiaridad, Jesús se da en
alimento, anticipando en forma de ritual lo que iba a pasar con él en la cruz.
Por medio de gestos simbólicos, él manifiesta el sentido de su entrega libre,
característica que marcó toda su vida y que debía ser parte de la vida de sus
seguidores. Siendo así, lava los pies de sus discípulos, dando ejemplo de
profunda humildad y vacío de sí mismo (Kenosis),
uniendo para siempre la celebración de su Cuerpo y Sangre a la caridad
fraterna. Aquellos que deberán continuar en el mundo la Obra del Maestro asumen
una nueva postura, caracterizada por la actitud de servicio, por el aprecio
unos por los otros y por el compartir, donde son establecida nuevas relaciones.
Jesús es el Maestro servidor, que ama hasta las
últimas consecuencias. Sabiendo que el amor exige presencia, él eterniza su
presencia en el mundo a través de la Eucaristía. La Eucaristía es expresión de
la entrega libre de Cristo y gesto de amor que se vuelve servicio. En este
contexto tiene sentido el sacerdocio ministerial, señal de Cristo Pastor que
continúa cuidando y guiando su Rebaño. Por el sacerdocio común de los fieles,
nos volvemos un solo cuerpo con Cristo, y por lo tanto corresponsables para su edificación
en el amor. La eucaristía solamente tiene sentido si es expresión del amor fraterno y solamente
quien ama es capaz de servir. Solamente quien ama de verdad es capaz de ir
hasta las últimas consecuencias. Por la eucaristía somos realmente transformados
en aquel que celebramos, acogiendo la realidad del misterio pascual como
“pascua de Cristo en la pascua de la gente, pascua de la gente en la pascua de
Cristo” (CNBB, doc. 43, n. 300). Después de cada celebración eucarística se nos
invita a volver a las actividades cotidianas como testigos del Cristo que
entrega su vida por amor, para que todas las personas tengan vida plena.
Pe. Degaaxé
TRADUÇÃO: Nómade de Dios.
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