Una reflexión a partir de Jn 13, 16-20
Toda la vida de Jesús
fue un constante vaciarse de sí mismo (kenosis),
asumiendo la condición de siervo, ya que vino para servir y no para ser
servido. Así deben actuar todos aquellos y aquellas que desean seguirlo.
Recordemos lo que le dice a los hijos de Zebedeo que buscaban una posición
destacada en el grupo: “... Entre vosotros no será así.” A Pedro que intentaba
impedirlo de realizar el mesianismo del Siervo de Javé, él le dice: “ Apártate
de mi...”. Toda la enseñanza de Jesús es una invitación a pensar y a actuar
diferente. Se trata de una lógica que es contraria a la mentalidad de su
tiempo: ser el último para ser el primero; perder la vida para ganarla; morir
para vivir. Así, en la nueva comunidad que nace, las relaciones se vuelven
humanizadoras, pues nadie busca sus propios intereses, sino el bien de todos.
De ahí se entiende que la comunidad cristiana existe al servicio de la vida y
no para mantener privilegios. El propio Maestro se hace servidor.
La Iglesia toda es
ministerial, nace a partir de la misión del Hijo de Dios que se hizo Siervo por
amor. Si ella pierde la característica del servicio, dejará de ser Iglesia de
Jesucristo. Por causa de algunas circunstancias históricas, esta característica
no siempre fue evidenciada, causando pérdida de credibilidad. Recientemente,
afirmaciones como las del cardenal Peter Turkson, de Gana, nos han ayudado a
darnos cuenta que es necesario retomar el camino inicial: “Todos nosotros,
antes del cónclave estábamos de acuerdo sobre dos cosas esenciales: se debían
restablecer la credibilidad de la Iglesia y la relevancia de la Iglesia en el
mundo”. Después de la elección del nuevo papa, el cardenal africano explica: “tenemos
una gran tarea: reconstruir la credibilidad de la Iglesia y, tal vez, una
Iglesia pobre es capaz de hacer eso”. Sorprendentemente, el papa Francisco,
hablando respecto de su función, afirma que “poder es servir”. Un servicio que
significa “abrir los brazos a todo el pueblo de Dios y recibir con afecto y
ternura a toda la humanidad”. Esta es la Iglesia que, como el Maestro, se
deshace del manto y asume la toalla del servicio. Es esta la ayuda que tenemos
para dar en un mundo marcado por la acumulación, competencia e indivualismo.
Si nosotros somos
enviados como siervos y siervas para tal tarea es porque ganamos la confianza
del Maestro quien afirma: “Conozco a aquellos y aquellas que elegí”. Jesús nos
conoce profundamente y nos llama para seguirlo. Quiere contar con nuestra ayuda
para que su reino se difunda cada vez más. Él se identifica con aquellos que él
envía, en su propio nombre, fue de su agrado compartir con nosotros su reino.
Así, aquel que se entrega al Señor para servir a los hermanos y hermanas se
envuelve en la misma comunión que el Hijo establece con el Padre. Que él nos
conceda la gracia de comprender que la verdadera grandeza consiste en el
servicio alegre y generoso en vista del bien de los demás, para que sea
glorificado el Padre que está en los cielos.
Pe. Degaaxé
Tradução: Nómade de Dios
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