quarta-feira, 1 de março de 2023

LA ENSEÑANZA QUE VIENE DEL DESIERTO.

 

Reflexión sobre Génesis 2, 7-9; 3, 1-7; Romanos 5, 12- 19: Mateo 4, 1 – 11




 

El ser humano fue hecho del barro de la tierra, a fin de recibir la vida de Dios en él. Además de un buen lugar para vivir, el ser humano recibió todos los dones que necesitaba para vivir en comunión con Dios y en armonía con la naturaleza, que es parte de su propio ser. Pero la tentación de usar sus dones para sí mismo lo llevó a abandonar la comunión con Dios y organizar su vida de manera diferente a la que Dios había pensado para él. El primer ser humano prefirió obedecer a la serpiente – que es un símbolo del diablo – antes que obedecer a Dios. Esta situación resultó en la muerte para todos. Es Jesús el “verdadero hombre”, que ha rescatado el plan de Dios y superado al maligno a través de su obediencia al Padre. Esta elección suya marcó toda diferencia, porque trajo la vida para todos y todas.

Todo lo que Jesús hizo alcanzó el éxito con la ayuda del Espíritu Santo. Es este Espíritu que lo conduce al desierto, donde también fue tentado por el diablo. Verdaderamente, él mostró su compromiso con la condición humana. Por ejemplo, fue para el desierto después de su bautismo. Aunque él no tenía necesidad de ser bautizado, recibió esta experiencia en solidaridad con nosotros, que somos pecadores, y por respeto al trabajo de Juan el Bautista. Del mismo modo, él aceptó ser tentado en el desierto. Él quiere mostrarnos que “después del bautismo, muchas tentaciones nos vienen”. Sin embargo, aunque él fue tentado en el desierto, “eligió permanecer fiel a Dios”. Él sabía muy bien que era Hijo de Dios y que vino para hacer la voluntad del Padre. En resumen, es el Espíritu Santo que lo ayudó a ser fiel al plan de Dios.

En su experiencia en el desierto, Jesús ayunó durante cuarenta días. Cuarenta es un número simbólico que significa “un largo tiempo”. Antes que él, tenemos algunos ejemplos de líderes bíblicos que, antes de abrazar una nueva misión o antes de un evento importante, se dejaban guiar al desierto y permaneció allí sin comer por un buen tiempo, esto es, un tiempo suficiente para que pudiesen prepararse bien para la misión que Dios les confió. Recordemos los cuarenta días que Moisés permaneció en el Monte Sinaí para recibir los Diez Mandamientos; y los cuarenta días de Elías caminando al Monte Horeb para encontrarse con Dios y recibir instrucciones para su misión como profeta. El número cuarenta se aplica también para hablar de la cantidad de años que el Pueblo de Israel permaneció en el desierto antes de entrar en la Tierra Prometida. Para esas personas este período fue de purificación y de madurez. Pero, infelizmente ellos no aprovecharon esta experiencia como lo hizo Jesús.

La experiencia del desierto es un especial período debido a la oportunidad de soledad, purificación y maduración. Pero también nuestra vida diaria es experiencia de desierto donde somos guiados por el Espíritu de Dios, pero también tentados por el espíritu del mal que intenta quitar el valor a los elegidos de Dios. El tentador comenzó a partir de algo muy pequeño, aprovechando la disminución de las fuerzas del cuerpo de Jesús causada por el ayuno que había hecho. Todas las tentaciones estaban dirigidas contra el tipo de mesianismo que Jesús había elegido, para cumplor su misión. Jesús fue tentado a usar su poder en beneficio propio y no por amor, compasión y servicio son hermanos y hermanas. Él fue tentado también a buscar su propia gloria, en vez de proclamar la gloria de Dios y su Reino. Las tres tentaciones de Jesús significan una realidad concreta que experimentó en todos los momentos de su misión. Sin embargo, él venció todas pues actuaba por el Espíritu Santo y era obediente al Padre.

Las tentaciones del tener, del poder y prestigio que Jesús enfrentó, no le impidieron hacer la voluntad de Dios. Si eso sucedió con él, con Adán y con los israelitas en el desierto, también nosotros somos tentados a vivir sin confiar lo suficiente en la ayuda de Dios. Las trampas del tentador nos llevan a preferir usar la autoridad antes que el servicio, a ordenar antes que obedecer, a engañar antes que ayudar, a obligar antes que sugerir, a buscar privilegios antes que amar, a ser hipócritas antes que auténticas seres humanos. Como Jesús ya ha derrotado al enemigo de Dios, su elección es motivación para que también nuestras elecciones puedan hacer la diferencia. De acuerdo con San Agustín “Si en Cristo somos tentados, también en él venceremos al diablo. Cristo podría lanzar al diablo bien lejos de sí; pero si él no hubiese sido tentado no nos enseñaría cómo vencer la tentación”. Verdaderamente, quien sigue su ejemplo de obediencia al Padre y la apertura a la ayuda del Espíritu Santo es capaz de hacer la voluntad de Dios superando todas las tentaciones.


Fr Ndega

Traducion: Nòmade de Dios

 

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