sábado, 19 de fevereiro de 2022

EL CAMINO DE LA VERDADERA PAZ.

 

Una reflexión a partir de 1 Sam 26, 2.7-9. 12-13. 22-23; 1Cor 15, 45-49; Lc 6, 27-38



 

La liturgia de hoy nos invita a cultivar una vida de no violencia, imitando al mismo Dios en sus gestos de bondad para con todos y todas. La primer lectura habla que David encuentra una oportunidad para eliminar a su enemigo, pero prefiere salvarle la vida. Esa actitud revela desde ya su vocación de ser un rey según el corazón de Dios. Él nos enseña a combatir la maldad con gestos de bondad.

La segunda lectura nos invita a abandonar las actitudes del hombre viejo, hecho de tierra y a vivir a partir de la nueva condición de hombre nuevo que el segundo Adán-Jesús nos trajo, viniendo del cielo. Sin él somos semejantes solamente al Adán antiguo; nada más. En este caso, sería una gran ingratitud de nuestra parte, volviendo inútil el gesto de amor de Cristo, en su donación suprema, a través de la cual nos vino la salvación.

En el Evangelio, Jesús nos propone “Amar a los enemigos y rezar por aquellos que nos maltratan”. Amar a aquellos que nos aman es fácil, gratificante e instintivo. Amar a los enemigos y hasta aún rezar por los que nos hacen mal es heroico e imposible para las fuerzas humanas. Por eso Jesús nos presenta al Padre como modelo. El ejemplo del Padre es motivación para el comportamiento de los hijos. No tenemos que inventar nada, basta con ser misericordiosos como el Padre.

Vivimos en un mundo donde todavía prevalece la antigua ley del Talión que determinaba: “ojo por ojo, diente por diente”. Eso quiere decir violencia, venganza en la misma medida. Jesús al contrario, pide a sus discípulos superar esa realidad y ofrecer la otra mejilla, esto es, otra alternativa de acción. No se debe hacer frente a quien es violento, usando sus mismas armas, y si así lo hiciéramos seremos como él y así la violencia no acaba. Solamente la bondad del corazón puede eliminar la violencia porque desarma a las personas, llevándolas a reflexionar mejor.

Por eso es por lo que se dice que los cambios que la sociedad necesita comienzan en el corazón humano, que es el centro de nuestras decisiones. Evangelicemos nuestros sentimientos y todo será bello para nosotros y para los otros. Con Jesús estamos yendo en contra mano de lo que piensa y enseña nuestra sociedad. La razón por la cual Jesús quiere que vayamos en contra de la mentalidad actual de violencia y venganza es para imitar al Padre. En verdad, Jesús está anunciando el amor del Padre y su forma de actuar. Él quiere que fijemos nuestra mirada en el Padre y actuemos como Él. Nuestra vida de discípulos de Cristo debe volverse anuncio de la misericordia del Padre, como fue la del mismo Cristo.

Mientras que algunas personas aman a aquellos de quienes esperan ser amados, es esencial para los discípulos de Jesús amar aun hasta los enemigos y hacer el bien a aquellos que los odian. El objetivo de todo eso es para que seamos hijos del Padre Dios, que concede sus dones no solamente a aquellos que son buenos, sino también a los ingratos y malvados. Él actúa así porque esa es su forma de ser y también para que podamos aprender con él. Aunque no merezcamos sus dones, no podemos imponer límites a su generosidad.

La venganza, el resentimiento y la violencia destruyen la fraternidad y niegan nuestra identidad de hijos e hijas de Dios. Según el Papa Francisco, la condición para saber quien de hecho es hijo e hija de Dios es la actitud de misericordia. Con la ayuda de Dios, podemos cambiar nuestra realidad porque él sabe como transformar una mala situación en buena y nuestra realidad de muerte en vida, como sucedió con la muerte de su Hijo Jesús, que fue un hecho violento de los seres humanos, pero que él hizo que se vuelva un beneficio para la salvación de todos. Un bello testimonio de eso es el perdón que Jesús ofrece en la Cruz, siendo torturado por sus enemigos. Él no solamente reza por ellos, sino que también los defiende diciendo que no saben lo que hacen. Que podamos cultivar en nuestro corazón los mismos sentimientos y actitudes de nuestro maestro Jesús.


Fr Ndega

Traduciòn: Nòmade de Dios

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