Quien
decide ayudar a quien más necesita, elige realizar la cosa más cierta y se
vuelve una señal evidente del “cuidado paterno de la divina Providencia por
todos sus hijos” (Constituciones PSDP). ¡Oh cuanta belleza la experiencia de gastar las propias energías por los otros,
por alguna causa! En esta verdad está la clave para una “nueva civilización”.
Ella nos reporta a la experiencia bíblica en que Jesús, en su compromiso con la
realidad, utiliza gestos de bondad y compasión para revelar el cuidado amoroso
de Dios. Esos gestos hicieron toda la diferencia en la vida de muchas personas.
Delante de la pregunta ¿quién es ese Jesús? La respuesta se da a medida que las
personas se dispongan al encuentro con él, recibiendo su mensaje y
comprometiéndose con el Proyecto que él anunciaba a través de su práctica
solidaria. Los que vivían al margen de la sociedad y eran reintegrados, no
demoraron para darse cuenta que aquel Jesús era el revelador pleno del proyecto
salvífico y universal de Dios. Al final, como se sabe, “Jesús no vino a traer
nueva religión sino una buena noticia para quien necesita liberación. A partir
de la buena noticia se comprende quien es Dios”. (L. C. Susin). De hecho es a
partir de los gestos que la persona va revelando quien es realmente.
Estamos
invitados a hacer experiencia de Dios compañero, que camina al lado nuestro y
hace presente en lo cotidiano de nuestras luchas, esperando una respuesta
siempre nueva de acogida y solidaridad:
recibida de su presencia y solidaridad con los demás. El Dios en quien
confiamos liberta y salva. Por lo tanto la razón de nuestra esperanza es su
fidelidad. La experiencia bíblica nos enseña que Él se sensibiliza delante de
tantos males en relación a la vida de las personas, principalmente si son más
necesitados. Dios ama a todos, más si podemos decir que tiene preferidos, nos
arriesgamos a afirmar que ellos tienen nombre: ciegos, cojos, paralíticos,
sordos, etc. En nuestros días, ellos tienen otros rostros: son las víctimas de
hambre y la miseria, los que permanecen al margen del sistema capitalista, los
analfabetos del mundo informatizado, las víctimas de todo tipo de violencia y
drogas, los que no tienen morada, los desempleados y los innumerables rostros
desfigurados de nuestro mundo. Para estas personas hay un amor especial de
Dios. Sobre eso el teólogo L. C. Susin usa la expresión “amor con prioridad”: “Amar
con prioridad es lo que hace una madre, según un antiguo proverbio árabe:
prefiere al enfermo hasta que se sane, prefiere al que está lejos hasta que
llegue, prefiere al menor hasta que crezca (…) “
La
misión de Jesús consistió en establecer una nueva relación con Dios y entre las
personas. Las personas más necesitadas del tiempo de Jesús podían volver a la
convivencia con los demás, con mayor confianza y seguridad, pudiendo contribuir
con plena capacidad para el bien de la comunidad. A veces era necesario un
esfuerzo mayor de la propia comunidad para hacerlas llegar hasta Jesús y
experimentar la vida nueva que él trajo. Hoy Jesús no puede más ser visto, pero
si se lo puede sentir y experimentar, principalmente a través de aquellos que
decidieron dejar de ser espectadores y se volvieron protagonistas de acciones a
favor de la vida. El desafío para nosotros no está en realizar cosas
extraordinarias, sino en pequeños gestos que realmente hacen la diferencia. A
ejemplo de Jesús, estamos llamados a hacer bien todas las cosas y a hacer el bien a favor de los que más necesitan y
viven al margen. En ese proceso, se va realizando la profecía del Reino de
Dios: un mundo sin marginados, deseoso de Dios y anhelo de todos/as.
Fr. Ndega
Traducción: Nómade de Dios.
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