Al
celebrar la vida, celebramos un gran misterio, don precioso que viene de Dios. En Cristo este don se recibe un
carácter de plenitud e es por él que entendemos que la vida no acaba aquí. La
herencia de vida de las personas que nos antecedieron tiene un valor muy grande
para nosotros que somos llamados a continuar, en la fe, a vivir con sentido. Y
de hecho, si no es para vivir con sentido, no vale la pena vivir. Se no podemos
ver más a las personas que nos antecedieron, los valores vividos y dejados por
ellas son la prueba de que su pasaje entre nosotros no fue en vano. San Juan
Calabria, acostumbraba a decir: “ si tenemos a Dios en nosotros, haremos el
bien solamente con nuestro paso”. Celebrar entes queridos, por ejemplo, es
manifestación fraterna de nuestro reconocimiento, por lo que ellos y ellas
continúan siendo importante para nosotros, pues la muerte no es un fin
absoluto; apenas concluye una etapa de la vida. En momentos de dolor, de
perdida y de nostalgia, dejemonos ayudar por las oraciones de los amigos, e
iluminar por la Palabra de Dios, cuyo contenido nos fortalece en la fe y nos
compromete en la vida.
Como crisitanos y cristianas, nuestra
característica principal es la esperanza. Así se expresa San Pablo: “ Si Cristo
no resucitó, vana es nuestra fe y sin sentido nuestra esperanza”. El Dios en
que creemos es el Dios de la vida y al darla nos une a si, volviendonos sus
hijos e hijas muy amados/as. Por mas que suframos, mientras estamos en esta
vida, nada se compara con la alegría que será experimentada con la gloria que
nos será revelada. En ese sentido, aprendamos del mismo Jesús, que a pesar de
la situación de dolor y sufrimiento que experimentó en la cruz, mantuvo su
confianza inavalable en la acción providente de Dios: “ Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu”. Este debe ser el grito confiante y constante de
nuestro espíritu, alimentado con la certeza de que Dios no nos abandona y no se
calla delante de lo que nos pasa. La respuesta de Dios en la muerte de Jesús
viene enseguida con la resurrección, que es anticipación de nuestra propia
resurrección, y por lo tanto, garantía de nuestra vida plena, pues él no es un
Dios de muertos sino de vivos, o sea, Dios no quiere la muerte. En Jesús él se
revela como resurrección y vida.
¿Y por que las personas mueren?
Jesús nos enseñó a cultibar la fe en un Dios Abbá, que se vuelve para nosotros con toda la fuerza y acción de su
amor compasivo y libertador. Él nos atrae para si con lazos de ternura y desea
mantenernos unidos a él. Al mismo tiempo, está siempre viniendo en nuestra
direccipon y desea ser recibido. Nuestra vida en esta tierra, pasa apenas por
una etapa. Él debe continuar su camino en otra etapa, pues somos llamados a la
plenitud. Consciente de esta realidad, ya decía el sabio Agustín: “Nos hiciste
para ti oh Dios y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”.
Para quien tiene fe, la mueste por lo tanto, es un reposo en Dios, por la cual
todos nosotros tenemos que pasar para ser plenos. Llegará el momento fundamental
de nuestra vida en que nos encontraremos definitivamente con Dios, delante del
cual no nos será pedido si pertenecemos a alguno religión o cuantas veces
fuimos a la iglesia, sino cuánto fuimos capaces de amar. Las elecciones que
hacemos a lo largo del camino van definiendo el rumbo de nuestra vida. Por
voluntad de Cristo, nuestra vida debe alcanzar la plenitud, que ya comienza en
los cuidados diarios, en los pequeños gestos de cariño en casa, y de compromiso
comunitario. Así mantenemos la comunión con Dios que es la fuente primordial e
inagotable de vida.
Fr. Ndega
Traducción.
Nómade de Dios.
Um comentário:
Buenos dias Padre, muchas gracias por este espacio, por compartir estas sabias palabra que viene del Espiritu Santo, que en tu vida sea llena de Esperenza para aquellos que la vea. Porque bendecido ya lo eres. Desde Paraguay Ciudad del Este un gran abrazo.
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