segunda-feira, 26 de dezembro de 2016

“EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS”

título original: "NENO ALIFANYIKA MWILI NA AKAKAA KWETU"

Reflexión Is 52, 7-10; Heb 1, 1-6; Jn 1, 1-18

Estamos viviendo un tiempo de gran alegría y acción de gracias, esto es, la Navidad del Señor. Todo parece tener más color, más luz y más sentido. Esto es el resultado de la presencia de Dios entre nosotros; Él asumió nuestro contexto y nos invita a aprender de el para que podamos vivir mejor. Agradezcamos a Dios por continuar dándonos oportunidades para nuestra renovación. El mensaje del nacimiento de Jesús es mensaje de gran alegría para todos porque el Salvador nació para todos. Alegrémonos porque Dios decidió traernos la salvación, “armando su morada” en medio nuestro. La salvación es obra de Dios, pero sucede en el mundo con la participación del ser humano. Tomemos como ejemplos a María y a José. Así, a través de la simplicidad del evento y de las personas envueltas, Dios manifiesta su grandeza. Esta realidad concreta confirma un dicho africano que dice así: “personas simples, haciendo cosas simples y en lugares simples son capaces de cambiar el mundo”. Los grandes cambios que nuestra sociedad necesita deben darse dentro de cada persona. La sociedad nueva sucederá cuando cada persona reconozca la necesidad de transformarse a sí mismo antes de querer transformar a los otros.

De acuerdo con la primera lectura, después de la experiencia del exilio, el Pueblo de Israel vive una realidad nueva y redescubre su vocación como Pueblo de Dios. El sentido de su vocación no está en vengarse de sus enemigos, sino en proclamar una buena noticia, que es noticia de paz. Esta buena noticia es un mensaje de consuelo que viene de Dios y conduce al pueblo a asumir el compromiso en la construcción de nuevas relaciones con el mismo Dios y entre ellos. Este es un mensaje de alegría que debe ser proclamado para todos porque la salvación es para todos. En tanto Nuevo Pueblo de Dios, somos herederos de este mensaje, esto es, proclamar la salvación de Dios que es Jesucristo. Nuestros pies son señal de nuestra disponibilidad, de nuestra pasión por la causa del Reino de Dios. Todo lo que Dios hace en nuestra vida necesita ser proclamado. La alegría, que es fruto de esta acción, sólo será plena en nuestra vida si es proclamada a los demás. Este proceso comienza en Dios mismo que es el Dios de la Palabra. Él creó todo por el poder de su palabra. Así, la segunda lectura testimonia que él hablo por nuestros antepasados, habla hoy y continuará hablando porque esta Palabra siempre estuvo con él, esta palabra es su Hijo Jesucristo, que es el Mediador de la Nueva y Eterna Alianza.

La Palabra de Dios que existe desde siempre es el propio Hijo de Dios. Él es la razón de todo lo que es hecho. Esta Palabra se hizo carne en el vientre de la Virgen María, viniendo al mundo lleno de gracia y verdad, revelando el rostro de Dios como un Padre lleno de misericordia. El Hijo Jesús nos hizo hijos de Dios y nos iluminó con su luz para que seamos testigos de la luz y de la verdad como Juan Bautista. Todo lo que Dios hace es bueno y perfecto porque esta es su manera de actuar. Así, “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. En Jesucristo, Dios es uno de nosotros. Él es misericordia que se permite encontrar y ser tocado, trayéndonos una propuesta nueva de vida. Por eso, no es suficiente reconocer la misericordia de Dios en Jesús, es importante también permitirse ser tocado por esta misericordia y conducido por su mensaje de amor y de paz. El nacimiento de Jesús hizo de todas las personas una única familia. Verdaderamente Dios se revela como el vecino, el Pobre, el Rechazado, invitando a todos a reconocer el valor de los pequeños gestos y proyectos. Claro que la opción de Dios nos deja inquietos, invitándonos a pensar y actuar diferente.

El Dios Todopoderoso se vuelve un niño para depender totalmente del cuidado y del amor del ser humano. Es la fe que nos lleva a reconocer a este niño de Belén en cada niño que encontramos en nuestro día a día. Cada uno de esos niños pide nuestro amor. Pensemos en aquellos niños que no tienen la experiencia del amor de los padres; también aquellos niños de la calle, que no tienen un lugar donde vivir, pensemos todavía en aquellos niños que son usados como soldados, transformándolos en instrumentos de violencia en vez de ser instrumentos de paz; pensemos todavía en aquellos que son víctimas del abuso sexual, y por últimos aquellos que son forzados a abandonar sus sueño a causa de la economía precaria. El niño de Belén es invitación para que promovamos una realidad diferente en la vida de estos niños.

Como vivimos en una sociedad consumista, que nos impide enfocar en lo esencial de nuestras vidas, nosotros debemos estar atentos. La Navidad no es el consumismo. Es fiesta de la revelación del misterio del amor de Dios que transforma el corazón del ser humano en morada de los verdaderos valores. Dios nos ama gratuitamente y generosamente, esto es, sin méritos de nuestra parte. Esta experiencia nos lleva a actuar de la misma manera para que la Navidad no sea solo un momento del año. Será siempre Navidad si aprendemos a amar de verdad y ponemos más esfuerzos para construir una sociedad más justa y más fraterna para el bien de todos.

Fr Ndega

Traducción: Nómade de Dios.

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