Reflexión sobre Génesis 12, 1-4ª; Mateo 17, 1-9
El
camino de aquellos que creen en Dios está lleno de sentido, porque caminan en
la esperanza de la vida eterna. El ser humano es un “buscador de Dios” desde su
nacimiento. Después de cada paso, estamos invitados a dar el siguiente, pues,
existe dentro de nosotros una fuerza que nos empuja para adelante, diciéndonos
que el “horizonte todavía no llegó”, pero es necesario continuar caminando. A
lo largo del camino hay muchas cosas que debemos dejar, ya que cada nueva etapa
de nuestra vida nos lleva a adquirir (nuevas) cosas.
Para
alcanzar la finalidad plena de nuestras vidas, no necesitamos prisa, sino una
decisión que, acompañada por la fe, encuentre la dirección correcta, pues,
aquel que nos invita a iniciar la gran “aventura de vivir”, en verdad nos está
atrayendo a sí mismo, de acuerdo con el teólogo Agustín, que dice: “oh Dios,
vos nos hiciste para ti, y nuestro corazón vive inquieto hasta descansar en
ti”. Fijando nuestra mirada en Jesús, que se transfigura, es fácil entender el
verdadero sentido de nuestra vida y también del universo entero. Es en esta
perspectiva que estamos invitados a reflexionar sobre la invitación que Dios
hace a Abraham para que vaya a una “tierra desconocida” y la invitación de
Jesús a sus discípulos de andar junto a él “en la cima de la montaña”.
Abraham
es conocido como “nuestro padre en la fe”, porque él fue la primera persona que
creyó contra toda expectativa humana. Él fue invitado a iniciar un viaje. Él no
sabía dónde debía llegar, pero eligió creer en Dios y aceptar su promesa como
garantía para “cargar” en el viaje. Todas las cosas dichas por Dios se
volvieron realidad, porque es fiel Aquel que promete. Abraham no estaba
caminando solamente en busca de la realización de un proyecto personal de vida,
sino – principalmente - para hacer la voluntad de aquel que lo llamó. Esta
realidad nos hace recordar el estribillo de un canto muy conocido en Brasil,
que dice así: “feliz es quien parte, quien anda, y quien va, con la seguridad
delante y la historia en las manos. Feliz es quien cree en las promesas del
Padre y consagra su vida en favor de los hermanos”. Puede ser nuestro camino no
es tan diferente que el de Abraham, tal vez lo que nos está faltando es aquella
fe que él tuvo.
El
evento de la transfiguración de Jesús se dio seis días después de haber
revelado que debía sufrir, morir y resucitar. Al mismo tiempo, él invitó a sus
discípulos a unirse a él en esta causa a través del “negarse a sí mismo, cargar
con la propia cruz y seguirlo”. Verdaderamente, esto fue contra todas sus
expectativas sobre el hombre que ellos habían conocido como el Cristo de Dios.
Aunque Jesús había hablado también el tema de la “resurrección”, sus corazones
ya estaban invadidos por la terrible noticia de su muerte y no podían entender
muy bien.
Entonces,
Jesús decidió invitar a algunos para acompañarlo a la cima del Monte Tabor.
Este caminar “transfiguró” la visión de ellos. Allá en la montaña, Jesús fue
transfigurado delante de ellos, él mostró un poco de su gloria y la realidad
futura de aquellos que lo siguen fielmente. Jesús los invita a hacer la
experiencia de lo “alto” para que pasen a ver a partir de lo “alto” y poder
asimilar el sentido de su entrega y la realidad que son llamados a asumir en
identificación con el Maestro. En realidad, “Jesús no necesitó cambiar en nada,
lo que él cambió fue la visión de ellos sobre Jesús”.
La
presencia de Moisés y Elías nos recuerda la referencia de la revelación del
Antiguo Testamento. Ambos hablan con Jesús, mostrando que no hay ruptura entre
la enseñanza de ellos y la de Jesús, sino conexión y continuidad. Aunque la
enseñanza de Jesús sea continuidad, la voz que viene de la nube da testimonio de
que él es quien tiene autoridad de enseñar e interpretar correctamente lo que
ha sido dicho por los “ancestrales”. Así, el padre testificó sobre su Hijo,
presentándolo como referencia en nuestra vida, esto es “este es mi hijo amado, escúchenlo”.
Todos están invitados a escucharlo. Escuchar es un verbo muy significativo en
la experiencia bíblica. Esta es la actitud correcta del judío fiel delante de
la Palabra de Dios, asumiendo el compromiso de practicar lo que escuchó,
entonces, escuchar tiene toda relación con el vivir.
“Ellos
desean permanecer en la montaña, pero una voz del cielo los invitó a escucharlo
y obedecerle”. Muchas veces Dios nos invita a hacer experiencia de su presencia
como sucedió con Abraham, o como aquellos en la montaña, por ejemplo, participar
en las celebraciones, en momentos de oración, retiros, etc. Experiencias como
estas fortalecen nuestra fe y nuestro celo por la Obra de Dios. Naturalmente
nosotros no queremos que esas experiencias lleguen al final, por lo tanto,
nuestro camino de fe no está hecho solamente de “escalar montaña” (experiencia
espiritual personal) sino también de “bajar de la montaña” (experiencia
fraterna). Todos los días estamos invitados a hacer “experiencia de
transfiguración”, a través de la escucha y de la práctica de la Palabra de
Jesús. Esa experiencia nos ayuda a descubrir los rostros desfigurados de muchos
hermanos/as a nuestro alrededor y tener para con ellos los mismos sentimientos
y actitudes de Cristo. “Escuchar su Palabra nos da fuerza para seguirlo hasta
el fin”. Entonces, tenemos aquí la forma acertada de ser y vivir como “hijos/as
amados/as” de Dios.
Fr Ndega
Tradución: Nómade de Dios
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