Una reflexión a partir de Deut 6, 2-6; Heb 7, 23-28; Mc 12, 28-34
Los
mandamientos nacen en un contexto de confianza mutua entre Dios y su pueblo:
Dios tiene un propósito salvífico universal y confía al pueblo de Israel la
misión de ser instrumento de su salvación para todos los pueblos. A su vez,
este pueblo le confía a Dios su vida, recibiendo instrucciones, protección y
cuidados como señales concretas del amor divino por él. Vivir los mandamientos
es una experiencia central en la vida de este pueblo para quien la Palabra de
Dios es la Ley y la Ley es Palabra de Dios, hay, por lo tanto, una estrecha
relación entre la Ley y la Palabra, porque los mandamientos nacen del corazón
de Dios que cuando habla indica el camino correcto para una vida feliz y
realizada. La obediencia a los mandamientos es la fuente de bendiciones que
llevan a la vida, mientras la desobediencia a ellos lleva a la muerte.
Por
lo tanto, la fuente de los mandamientos es el amor a Dios, Él es amor y ama
gratuitamente. Su Ley es el amor. Esta Ley no obliga, sino que es un don que
conduce a la libertad. Este es el significado del discurso de Moisés al pueblo
de Israel, de acuerdo con el texto del Deuteronomio. Por medio de Moisés , Dios
habla al pueblo de corazón a corazón, pues desea fijar su Ley en el corazón de
todos y todas. Quien es capaz de amar vive verdaderamente la Ley de Dios. Y ama
a Dios quien organiza toda su vida de acuerdo con su voluntad. San Pablo dirá
en una de sus cartas: “Quien ama cumple toda la Ley”. La carta a los Hebreos
nos habla de la superioridad del sacerdocio de Cristo en relación con aquello
de el Antiguo Testamento. A diferencia de aquellos sacerdotes, Cristo no
necesita ofrecer sacrificios por los pecadores; él se ofreció por amor, por lo
tanto, la ofrenda perfecta, garantizando la salvación a todos.
Normalmente
los encuentros de Jesús con los líderes judíos son conflictivos, pero esta vez
este doctor de la ley que se acerca a Jesús parece amigable. La prueba de esto
es que al final el diálogo termina con un intercambio de elogios y afecto de
las dos partes. Él preguntón Jesús cuál es el primer mandamiento entre todos.
Jesús no responde su pregunta directamente, sino evocando a “Shemah Israel” (¡Escucha
Israel!), Él nos hace entender lo esencial de la Ley, o sea, el amor a Dios y
al prójimo. Guardar esta realidad en el corazón es más importante que memorizar
todos los mandamientos inventados por ellos, desviando la atención de lo que
realmente es esencial.
De
acuerdo con el primer mandamiento, no se ama a Dios de cualquier forma, sino
con todas las potencias de la vida, a saber: con el corazón, con el alma, con
la inteligencia y con la fuerza. Y todavía no será amor verdadero si no amas al
prójimo. En otras palabras, la correspondencia al amor que nos amó se da en dos
direcciones: Dios y el prójimo. Uno no puede existir sin el otro. Santiago
habla duramente sobre esta realidad: “quien dice que ama a Dios a quien no ve y
no ama a su prójimo a quien ve, es un mentiroso”. El amor a los hermanos y hermanas
es el verdadero sacrificio que agrada a Dios. En su respuesta, Jesús no se
refiere a un decreto que debe ser obedecido, sino a una relación que se ha de
vivir. Debemos reconocer que no es una tarea fácil. Cuanto más progresamos en
la vida, más experimentamos como es difícil amar verdaderamente a Dios y al
prójimo.
Jesús
era consciente de esa dificultad cuando todavía estaba con sus discípulos. Por
eso se ofreció como modelo y motivación. A partir de él, se vuelve posible amar
a Dios sin descuidar al prójimo. Para él, lo esencial es amar; por eso él lo
llamará “nuevo mandamiento”. Esa expresión no significa que Jesús agrega algo
nuevo, puesto que tanto el mandamiento de amar a Dios, como el de amar al
prójimo ya existían antes que él. Entonces, ¿dónde está la novedad? Está en el
hecho de que las dos palabras juntas forman una sola, el único mandamiento.
Quien sabe poner el amor en primer lugar y por encima de todo no está lejos del
Reino, porque actúa como Jesús.
En
nuestra realidad nos parece difícil amar de verdad porque tal vez todavía no
tengamos la conciencia de ser amados locamente por Dios. “Podemos aprender a
amar se nos dejamos amar por Dios, porque no podemos amar sin ser amados y sólo
Dios puede amarnos verdaderamente, porque es Amor”. El famoso sur africano
Nelson Mandela dijo: “las personas no nacen odiando. Para odiar tienen que
aprender. Si pueden aprender a odiar, también pueden aprender a amar, porque el
amor es el sentimiento que llega primero al corazón humano”. ¡Responder al Amor
es posible! Entonces, respondamos al Amor, amando como él nos amó primero.
Fr Ndega
Traducion: Nomade de Dios
Nenhum comentário:
Postar um comentário