Reflexión a partir de Sab. 7,7-11 ; Heb. 4, 12-13; Mc 10, 17-30
El tema central de esta reflexión es la Sabiduría. Ésta
tiene su origen en Dios y se volvió visible en la persona de Jesucristo, quien
se declaró una vez como “Pan bajado del cielo”, esto es, Sabiduría de Dios
encarnada en las realidades humanas, fecundándolas. En este sentido, es sabia
solamente la persona que tiene plena adhesión a las enseñanzas de Jesús,
condición para la alegría plena.
La lectura del libro de la Sabiduría, en estrecha relación
con el Evangelio, retoma el testimonio de Salomón, que elige la sabiduría en
vez del poder y de las riquezas. La sabiduría no puede ser comparada a nada que
exista en esta tierra. Es un don de lo alto y es dado a quien lo busca y lo
prefiere, en vez de otras cosas. Debemos pedirla con humildad y perseverancia, conscientes
de que es interés de Dios darnos ese don para que podamos hacer elecciones
según su voluntad, como el mismo Salomón lo hizo.
Los versículos de la carta a los Hebreos traen un himno a
la Palabra de Dios. Ella es viva y eficaz, por eso mismo, tiene la capacidad de
penetrar profundamente en nuestro ser, capacitándonos a hacer toda buena obra.
Es de la Palabra que nos viene la capacidad de discernir, porque es fuente de
sabiduría. Cuando recibimos bien esta Palabra y permitimos su acción en nuestra
vida, ella va transformando poco a poco
nuestro corazón de piedra, volviéndolo sensible y disponible a las propuestas
divinas.
A lo largo de la vida pública de Jesús, muchas personas
fueron a su encuentro, dejándose tocar y transformar por su palabra. Jesús
puede, muchas veces, experimentar alegría y satisfacción por los resultados
positivos de su campaña vocacional. Pero, con aquel hombre que aparece en el
Evangelio de hoy la situación fue otra, pues, aunque traía el ansia de la vida
eterna su corazón no podía alcanzar vuelos más altos, porque todavía estaba
preso. De hecho, el hombre era celoso, servicial, seguía los mandamientos, pero
vivía sin mucho sentido, porque su vida se resumía al cumplimiento de las
reglas y los bienes que poseía.
Jesús le dirige una mirada de afecto, propia de quien
quiere confiar algo muy precioso a alguien porque sabe que este alguien tiene
potencial para corresponder. La invitación de seguir a Jesús, entonces, parte
de una mirada que penetra hondo, encanta y seduce. Considera la vivencia de la
fe a través de los mandamientos, por lo tanto alarga el horizonte a través de
una nueva propuesta de vida, no basada en el cumplimiento de las reglas ni su
rigos, sino en el desapego y compartir de los bienes, osea, Jesús invita a seguirlo
con sabiduría.
Es necesario que suceda también para nosotros una verdadera
transformación, pues la Palabra de Jesús, que generalmente nos dirige trae una
propuesta radical y lleva a algunas rupturas. O seguimos a Jesús, renunciando a
lo superfluo, o nos quedamos con lo superfluo y renunciamos a Jesús. No da para
optar por Jesús y continuar de la misma manera. Sin conversión no hay
seguimiento verdadero.
Sentimos dificultades en hacer elecciones verdaderas porque
pensamos mucho en lo que tenemos que renunciar. El hombre del Evangelio hizo la
peor elección de su vida porque no quiso renunciar. “Que no cometamos el mismo
error, porque cuando el Señor nos pide cosas tan grandes es sólo porque primero
nos alcanzó con su mirada llena de amor, dándonos las condiciones para una
respuesta de acuerdo con sus expectativas”. Y eso es suficiente para nosotros.
Delante de una realidad que se presenta llena de propuestas
cada vez más atrayentes y encantadoras, es necesario mucha sabiduría y coraje
profético para dar un paso tan significativo como este al cual nos invita Jesús
hoy. Y por eso no es reservado solamente para los otros... Cada persona es
llamada a cultivar un estilo de vida más simple y despojado, poniendo su
esperanza más en Dios que en las cosas que posee. La dedicación al servicio
fraterno y compartir los bienes en la comunidad prueban que entendemos que la
vida eterna ya comienza aquí,
haciéndonos experimentar alegría multiplicada con cada gesto para el
bien de los demás.
Dejémonos amar por el Señor y aceptemos su propuesta que
nos asegura la verdadera libertad, condición fundamental para tener la vida
eterna, osea, la vida de lo Eterno que comienza a partir del momento que
decidimos seguirlo radicalmente. Que Él nos conceda la sabiduría para tener una
postura adecuada delante de los bienes, y que podamos asumir nuestra vocación
de discípulos con total disponibilidad para servirle en la persona de nuestros
hermanos y hermanas.
Fr Ndega
Traducion: Nomade de Dios
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