Reflexión sobre Isaías 49, 14-16; Mt. 6, 24-34
“En
su forma de cuidarnos, Dios es más madre que padre”. Estas palabras fueron
pronunciadas por el Santo Padre Juan Pablo I y muestran una perspectiva
diferente sobre la realidad divina, como podemos encontrar en el primer texto
de nuestra reflexión (Is 49, 14s). Dios es como una madre tierna y atenta. Él
no puede abandonarnos porque somos sus hijos e hijas muy amados, y nuestra vida
tiene un valor muy grande para él. Él quiere que experimentemos su amor materno
y nos entreguemos en sus manos con gran confianza. San Juan Calabria
acostumbraba a decir que “La Providencia es una madre tierna, que todo lo
provee para nuestro mayor bien. Debemos sentirnos cargados por sus manos
maternales”. Quien vive una fe así puede seguir adelante, proclamando el Reino
de Dios como prioridad en la propia vida.
Aquellos
que deciden seguir a Jesús deben organizar sus vidas de acuerdo con la nueva
realidad que asumieron. No pueden servir a dos señores. Servir a Dios es más
importante que todo el resto. Así, después de haber encontrado en Cristo la
razón de su existencia, el dinero y otras posesiones no tienen más el mismo
sentido para ellos como sucedía antes de esta decisión. Fue así en el comienzo
del llamado, esto es, cuando Jesús los llamó, ellos dejaron todo y lo
siguieron… pero sabemos que durante el camino, muchas veces, estaban
preocupados con el mañana, por ejemplo, cuando Pedro le dice: “Es que dejamos
todo y te seguimos. ¿Qué vamos a recibir?” (Mt 19,27). Jesús entendiendo sus
preocupaciones, les garantizó una vida nueva, que incluye todas las cosas
mencionadas, pero de una manera diferente, juntamente con la entrega de sus
vidas por causa de Jesús. De acuerdo con San Agustín, “Pedro dejó todo el mundo
y ganó el mundo entero. Ellos eran como aquellos que no tenían nada y ahora
tienen todo”.
La
centralidad de la enseñanza de Jesús, en este texto, está en el cuidado de Dios
para con sus siervos. Él es un Padre bueno que conoce las necesidades de sus
hijos y hace por ellos mucho más y mejor de lo que hace con los pájaros y las
flores del campo. Jesús los invitó a abrir los ojos y mirar a su alrededor. En
todo lo que existe hay una señal de amor del Padre, que se ocupa hasta de los
detalles. “Él conduce a todas las cosas de acuerdo con su plan de sabiduría y
bondad. Nada escapa a su mirada amorosa”. Así, estamos invitados a considerar
que estamos en sus manos, que son buenas manos. Las Escrituras testimonian la
fidelidad de Dios, especialmente cuando dice, “hasta aquí el Señor nos ayudó” y
sigue “¿Quién esperó en el Señor y quedó decepcionado?”. Estos testimonios nos
invitan “a mirar para atrás y ver como Dios tiene cuidado de nosotros y vemos
también lo que él está haciendo por nosotros ahora. Así, podemos mirar hacia
adelante con esperanza y fe que Dios va a hacer por nosotros, como lo ha hecho
en el pasado”, porque esta es su manera de actuar.
Jesús
no niega que algunas cosas son importantes en la vida, sino que él también sabe
que cuando una persona vive con ansiedad y preocupaciones exageradas en relación
a las cosas materiales, no tendrá atención suficiente a lo que es esencial. Si
Dios es Padre y sabe que necesitamos de todas estas cosas, tenemos que
abandonarnos en sus manos con gran confianza, usando nuestros esfuerzos para
construir un mundo mejor todos los días. Un santo dijo: “hacíamos el que hemos
a hacer como se todo dependiera de nosotros, confiando en Dios como se todo
dependiera de Dios”. San Juan Calabria vivió esta realidad con mucha
convicción. Su “Descubrimiento del Evangelio” fue descubrir la paternidad de
Dios. Para Calabria, Dios es siempre Padre y Providente, aunque nosotros no
siempre nos comportamos como hijos. Calabria asumió el versículo 23 como un
proyecto de vida para él y para su familia espiritual, esto es, “Busca primero
el Reino de Dios y su justicia y lo demás añadido será”. Para ellos, esta es
una manera concreta de responder al Dios que ama y protege a sus hijos, sin
olvidarse de ninguno de ellos. Por eso, si es la búsqueda del su reinado que debe
dirigir toda la nuestra vida, “todos los problemas deben ser considerados y
estudiados en armonía con su paternidad” non fuera di esa.
Entonces,
Dios nos ama, nos conoce y nos cuida. Debido a su cuidado especial, él
compartió sus dones con nosotros esperando que podamos hacer lo mismo por los
otros para que la fraternidad entre nosotros sea reflejo de su paternidad. Así
estamos invitados a tomar en nuestras manos nuestra historia de vida y percibir
cuánto hemos recibido de su bondad. Aunque no siempre recibimos aquello que le
pedimos, tengamos la certeza de que él nos ha dado siempre lo que necesitamos.
Renovemos nuestra fe y confianza en su maternal providencia porque Él es PADRE,
MADRE, TODO y no abandona a aquellos que confían en él.
Fr Ndega
Tradución: Nómade de Dios
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