Una reflexión a partir de Núm. 11, 25-29; Stg. 5, 1-6; Mc 9, 38-43. 45. 47-48
Dios
no discrimina a nadie poque ama y en el amor no hay discriminación. De acuerdo
con la primer lectura, Él espera que todo su pueblo sea profeta, escuchando su
Palabra y hablando en su nombre. Los dones de su Espíritu nos motivan a actuar
con bondad para todos, confirmando que su amor no tiene límites. Nadie debe
retener para sí los dones recibidos, ni pensar que es un privilegiado de Dios.
Delante de él, nadie tiene más dignidad que los otros.
En la
segunda lectura, Santiago critica duramente a aquellos que se vuelven ricos
actuando injustamente, especialmente negando a los trabajadores sus salarios
justos. Las víctimas de esta situación no son olvidadas por Dios, que condena
toda forma de injusticia y desigualdad entre las personas. Esta crítica también
aplica a todos aquellos que confían más en las cosas que poseen que en Dios. El
problema es que cuando alguien muere no se puede llevar nada. Por lo tanto, el
hábito de acumular es una barbaridad.
En el
Evangelio, los discípulos impiden a un hombre que expulse demonios en nombre de
Jesús por él no era del grupo elegido de los doce. Un hombre que liberaba a
otro del mal y le devolvía la vida es silenciado por los seguidores de Jesús.
Ellos ponen la institución antes que la persona, la idea de ellos antes que la
del hombre necesitado: el enfermo puede esperar, la felicidad también. Vemos
que todavía les falta discernimiento, apertura, etc.
Entonces
Jesús se opone a esa mentalidad, diciendo que quien ayuda al mundo a liberarse
y florecer es de los nuestros. Quien siembra amor pertenece a nuestro grupo y,
por lo tanto, pertenece a Cristo.
Imaginemos cuantos siguen el Evangelio sin pertenecer al grupo de los
doce. Se puede ser un hombre o una mujer de Cristo sin ser hombre y mujer de
Iglesia, pues el reino de Dios es mayor que la iglesia, y no coincide con
ningún grupo. Entonces, aprendamos a reconocer, valorizar y agradecer por el
bien, venga de quien venga.
Mientras
perdemos tiempo investigando quién es de los nuestros o no, perdemos la
oportunidad de ser ayudados a hacer el bien de manera más eficaz. Pensemos
cuánto bien dejamos de hacer sólo por la dificultad de actuar junto a los
otros. Preguntémonos: ¿queremos promover el Reino de Dios o el nuestro? El
mayor escándalo es ser un obstáculo para quien quiere creer en Jesús. Y somos un obstáculo cuando nos cerramos a lo
diferente. Es una barrera que nos impide ser fecundos. En vez de eso, Jesús era
el hombre sin barreras, sin fronteras, cuyo proyecto es uno solo: ustedes son
todos hermanos y hermanas. Su intención es construir una fraternidad universal,
volviéndonos un solo pueblo, el Pueblo de Dios. ¿Queremos ser sus discípulos
colaboradores o no?
Fr Ndega
Traduzione: Nomade de Dios
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