Fuimos bendecidos por
Dios con este mes que dedicamos en honor a la Biblia o a la Palabra de Dios,
especialmente presente en la biblia. En esta reflexión, queremos recibir las
provocaciones de la Palabra de Dios para ver como estamos y que es lo que
debemos hacer para seguir verdaderamente a Jesús.
Jesús nos llama a
seguirlo, pero no quiere que lo sigamos de cualquier manera. No podemos
seguirlo a partir de un “oí decir”, sino por convicción, que nace de un
encuentro personal con él mismo. Según el documento de Aparecida, no seguimos
una idea o una doctrina, sino una persona: Jesucristo. Lo que sabemos sobre él
no es fruto de nuestras ideas, sino un recibir de aquello que él mismo reveló
sobre sí, estando entre nosotros. Jesús no vino para morir en la cruz, sino
para salvarnos. Su compromiso profético lo llevó a la cruz. Él la abrazó por
amor, para que ella no sea más señal de muerte para nadie. Su gesto fue
recibido por Dios, que respondió con la resurrección. Por lo tanto, por detrás
de la cruz, aparentemente señal de muerte, está el gesto de amor de Cristo que
conduce a la vida. Él no paró en la cruz, pues detenerse en la cruz es dejarse
dominar por las fuerzas de la muerte de la sociedad injusta, pero él
simplemente venció la muerte, conduciéndonos a la vida plena por la
resurrección. Por este motivo, la cruz pasa a ser parte de su vida y misión.
Aceptando la cruz,
Jesús le da un nuevo significado y la propone como condición para todos los que
desean seguirlo. Para seguirlo verdaderamente, necesitamos estar dispuestos a
cargar también la cruz. Necesitamos entender la cruz como parte de un proceso
de madurez en el seguimiento y como señal de nuestra entrega en vista del bien
de los demás; como consecuencia de nuestra fidelidad a Jesús y a su proyecto.
Es necesario, primero, renuncia a sí mismo y eso exige cambio de vida y de
mentalidad, o sea, no da para decidir por Jesús y continuar actuando de la
misma manera que antes. Después, debe asumir cada día la cruz de sus propias dificultades
y ser solidario/a con la cruz de los otros. Traicionamos nuestra vocación de
seguidores y seguidoras de Jesús cuando preferimos ser cruz en la vida de los
otros, en vez de ayudarlos a cargar sus cruces.
Cuando hablamos en
biblia y en pueblo negro, vemos que tienen muchas cosas que ver, pues, parte de
las historias bíblicas sucedieron en África y envuelven africanos. José, hijo
del patriarca Jacob fue recibido en África (Egipto) y allá fue valorizado con
su talento de intérprete de sueños – para el pueblo africano, la revelación de
Dios se da también a través de los sueños. Moisés fue iniciado en los
conocimientos africanos (ciencia egipcia) y se volvió poderoso en palabras y
obras. Jeremías estaba preso en una cisterna, durante la invasión de Babilonia
a Jerusalén y fue salvado por Ebed Melec, un africano, empleado del Rey. Jesús
fue recibido en África (Egipto) para escapar de la persecución de Herodes y
cuando conducía la cruz al monte Calvario, fue ayudado por un africano, llamado
Simón, de la ciudad de Cirene, de Libia. Un funcionario de la reina Candase, de
Etiopía, fue evangelizado y bautizado por Felipe, de suerte que cuando la
naciones europeas invadieron África, ya existía el cristianismo allí. Es por
eso que todavía hoy existen en África las Iglesias Apostólicas Tradicionales
(de los primeros siglos) y la Iglesia Católica Romana (de los tiempos de la
colonización).
En tiempos de
colonización la biblia fue utilizada por los colonizadores para justificar la
esclavitud y se insistía mucho en la figura melancólica de Jesús, excesivamente
dulce, que aceptó el sufrimiento porque era voluntad de Dio, de manera que todo
intento de fuga o de desobediencia al señor de esclavo era actuar contra las
enseñanzas de Jesús y, por lo tanto, quedar impedidos de recibirlo en la
eucaristía. Esta situación incidía a la comunidad negra actitudes de
conformación al sufrimiento, a la esclavitud. Aquellos que hablaban de la
Biblia y de la cruz de Cristo aumentaban el peso de la cruz de los oprimidos en
vez de ayudarlos a cargar sus cruces. La biblia es utilizada, entonces, como
instrumento de opresión y obstáculo en la lucha por la dignidad y la libertad.
El problema no está en la Biblia en sí misma, sino en quien está con la Biblia
en la mano y se atreve a hablar de ella.
A lo largo de todo este
período, la propia comunidad negra había percibido que aquellos que
catequizaban dejaban mucho que desear sobre el verdadero significado del
mensaje que llevaban. A partir de su
propio descubrimiento sobre Jesús, la comunidad negra se dio cuenta de su
identificación y solidaridad en relación a los pobres y todos los que sufren; y
su compromiso en vista de la transformación de esta realidad. Descubrieron que
sus señores catequistas habían vaciado la biblia de su fuerza profética.
Redescubrieron, entonces, la biblia como fuente de liberación y de vida nueva.
La presencia de afrodescendientes siguiendo fielmente a Jesucristo, viene
marcando significativamente la vida de la Iglesia, contribuyendo, de forma
dinámica, para que ella cumpla con fidelidad la misión que recibió. En
contrapartida, esta Iglesia “Madre” ha buscado realizar un discipulado
reparador, reconociendo los límites de la evangelización pasada, apoyando e
incentivando la comunidad negra en sus justas reivindicaciones en vista de la
vida plena, profecía del Reino de Dios.
Axé.
Padre Josuel Ndega
Traducción: Nómade de Dios.
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