“Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.
INTRODUCCIÓN
Esta guía
intenta motivarnos a la lectura y estudio del documento final del Sínodo de los
Obispos sobre los jóvenes, que se dio en Roma desde el 3 al 28 de octubre.
Delante de la riqueza de este contenido, podemos decir que tenemos en nuestras
manos una maravilla “primero para nosotros”, dice el Papa Francisco. Este
documento está dividido en tres partes, doce capítulos, 167 párrafos y sesenta
páginas. El hilo conductor, o sea, aquello que orienta todo el texto es el evento
de los discípulos de Emaús.
I PARTE - «CAMINABA CON
ELLOS»
I. UNA IGLESIA QUE ESCUCHA.
Escuchar y mirar con empatía: el sínodo enfatiza el valor de la escucha.
Todo comienza a partir de una escucha empática: los jóvenes desean ser oídos,
reconocidos y acompañados con disponibilidad y paciencia de parte de los
pastores y laicos calificados.
La diversidad de contextos y culturas: llama la atención para el mundo plural y sus
cambios. Este, por un lado, facilita la vida, pero por el otro genera exclusión
y marginación. Es necesario recuperar el dinamismo de la fe.
Una primera mira para la Iglesia hoy: habla sobre el compromiso educativo de la
iglesia que mira la formación integral de los jóvenes. Las escuelas y las
universidades tienen su tarea, pero la parroquia también debe repensar su
acción pastoral para que sea más atrayente para los jóvenes.
II. TRES ARTICULACIONES CRUCIALES.
La novedad del ambiente digital: Esta es una realidad difundida, la red de
oportunidades pero que también trae consigo un lado sombrío. Es necesario
entrar en esa realidad enfrentando con coraje la relación entre la fe y los
desafíos actuales.
Los inmigrantes como un paradigma de nuestro tiempo: Este es un fenómeno que se presenta de una
forma multiforme. Muchos inmigrantes son jóvenes vulnerables sujetos a todo
tipo de violencia. El compromiso profético de la iglesia es definido por el
Papa Francisco con 4 verbos: “acoger, proteger, promover e integrar.
Reconociendo y reaccionando a todos los tipos de
abusos: tomar en serio el
compromiso con la verdad y pedir perdón. Lidiar con esta situación con
decisiones rigurosas. El sínodo también expresó gratitud y alentó a aquellos
que tuvieron el coraje de denunciar.
III. IDENTIDAD Y RELACIONES.
Relaciones familiares y entre generaciones: habla de la familia como punto de referencia
privilegiado, enfatizando el papel de los padres y la relación entre las
generaciones. El foco aquí es sobre la experiencia del compartir la fe y la
ayuda mutua en el testimonio.
Cuerpo y afectividad: recuerda los cambios que han traído consigo una
cierta permisividad sobre estos temas. La moral sexual de la iglesia es vista
como juicio y condenación. Debemos proponer a los jóvenes una Antropología de
la afectividad y de la sexualidad capaz de dar el correcto valor a la castidad
en vista del crecimiento de la persona en todas las fases de la vida. Respecto
de la homosexualidad, ayudar a los jóvenes a integrar la dimensión sexual en la
propia personalidad, creciendo en la calidad de las relaciones en vista del Don
de sí mismo.
Formas de vulnerabilidad: éstas se manifiestan a través de la falta de trabajo
- que disminuye la capacidad de los jóvenes de soñar - de la violencia y de la
persecución llevando a la marginación. El sínodo hace un apeló a la conversión
y a la solidaridad.
IV. SER JOVEN HOY.
Aspectos de la cultura juvenil de hoy: pide para que sean valoradas las actividades
deportivas de los jóvenes, que traen en sí una potencialidad educativa
formativa e inclusiva. La música también es recordada como un poderoso canal
evangelizador y un gran recurso pastoral, pues ofrece a los jóvenes la
oportunidad de expresar sus talentos.
Espiritualidad y religiosidad: los jóvenes vienen de contextos religiosos
plurales y eso revela una profunda búsqueda religiosa. Ellos desean encontrarse
con Jesucristo, especialmente a través de una liturgia viva y auténtica, en la
cual la belleza de los signos, o el cuidado de la predicación y la
participación de la comunidad hablan verdaderamente de Dios. Son momentos muy
apreciados por los jóvenes.
Participación y protagonismo: los jóvenes quieren ser protagonistas; piden
para ser activos en la evangelización de otros jóvenes. Quieren una comunidad
eclesial más auténtica y fraterna donde se sientan integrados, asuman
responsabilidades y sean valorados.
II PARTE - «SUS OJOS SE ABRIERON».
Un nuevo
Pentecostés: el espíritu rejuvenece a la iglesia y la vida de cada persona que
cree.
I. EL DON DE LA JUVENTUD.
Jesús joven entre los jóvenes: habla de la juventud de Jesús invitando a
fijar en él nuestra mirada. Considera que solamente a partir de su forma de
mirar es posible una experiencia auténtica de Dios. La saludable inquietud de
los jóvenes es un gran regalo. Ellos son un lugar teológico, esto es lugar
donde Dios se manifiesta y de lo que habla a la iglesia y al mundo.
Volverse un adulto: subraya las características de la edad juvenil como
edad de las elecciones, es tarea nuestra ayudar a los jóvenes a vivir su
existencia a la luz de la misión con una pedagogía capaz de interpelar y
fascinar. Ofrecerles el verdadero censo de autoridad ayudando a cultivar las
relaciones familiares de modo evangélico.
Llamado a la libertad: el Evangelio que la iglesia anuncia es el Evangelio
de la libertad. Cristo no saca la libertad sino que libera, esto es, da la
verdadera libertad, aquella responsable que no puede ser vivida sin la
fraternidad y la solidaridad, especialmente con los últimos de la sociedad.
II. EL MISTERIO DE LA VOCACIÓN.
La búsqueda de la vocación el concepto de vocación: están en estrecha relación con el de Misión
toda la vida es una vocación y tiene que ver con Dios no es algo privado,
generado por cuenta propia, toda vocación bautismal es un llamado a la
santidad. Es importante crear las condiciones para que en todas las comunidades
cristianas se desenvuelva una verdadera y propia cultura vocacional.
La vocación de seguir a Jesús: la vida de Jesús permanece todavía hoy
atractiva e inspiradora. Es para todos los jóvenes algo que inspira, revelando
el misterio del padre y de su amor. Jesús también revela plenamente el ser
humano, a sí mismo y expresa su más elevada vocación. En este sentido la virgen
María, la mujer joven, es presentada como modelo por su capacidad de recibir el
llamado de Dios y volver posibles sus planes.
Vocación y vocaciones: la vocación y la misión de la iglesia son la
Comunión con Dios y entre todas las personas, por eso ella cuenta con la
variedad de carismas que son la expresión de su identidad y dones de Gracia que
el Espíritu hace surgir continuamente en la iglesia. para rejuvenecerla. A
partir del bautismo somos llamados a la santidad en una lógica de fe y don a
ser vivida en cada elección de vida que se hace: matrimonio, vida consagrada,
ministerio ordenado, soltero, etcétera.
III. LA MISIÓN DE ACOMPAÑAR.
La iglesia que acompaña: ejercitando su propia función materna la iglesia es
llamada a estar presente, apoyar y acompañar el itinerario de los jóvenes para
elecciones auténticas. Acompañar es repartir juntos el pan y el primer sujeto
en este proceso es la propia comunidad, donde la trama de relaciones puede dar
soporte a la persona en su caminar, ofreciéndole medios de orientación. A este
servicio son llamadas todas las personas significativas en los diversos
ambientes de la vida de los jóvenes. Eso significa también ayuda para
insertarse en la sociedad.
El acompañamiento comunitario, de grupo y personal: el acompañamiento es una misión que se debe
realizar no solamente a nivel personal, sino también a nivel de grupo. En el
acompañamiento espiritual se aprende a reconocer, interpretar y escoger en la
perspectiva de la fe, escuchando lo que el Espíritu sugiere dentro de la vida
cotidiana. Motiva a la frecuencia del Sacramento de la reconciliación, a asumir
responsabilidades y a recibir la diversidad como una oportunidad para la
comunión fraterna y el crecimiento mutuo.
Acompañantes de calidad: el diácono Felipe es presentado aquí como un modelo,
se coloca a disposición del Espíritu, encuentra un modo de entrar en relación,
hace algunas preguntas que llevan a una decisión y se retira con humildad. En
este sentido el acompañante debe ser una persona equilibrada, de escucha, de fe
y de oración, consciente de sus propias fragilidades. Por eso sabe ser
acogedor, corrigiendo fraternalmente sin asumir un comportamiento posesivo y
manipulador. Es importante buscar una formación específica para este
ministerio.
IV. EL ARTE DE DISCERNIR.
La iglesia ambiente para discernir: el discernimiento es la dinámica espiritual a
través de la cual una persona o un grupo o una comunidad busca reconocer y
recibir la voluntad de Dios. En lo concreto de su situación, a lo largo de la
historia de la iglesia este proceso tuvo una variedad de significados, pero con
muchos elementos en común. Nunca es reducible solamente a la dimensión individual,
sino que desafía a toda la comunidad, que a la luz de la palabra, escucha lo
que el Espíritu sugiere a través de la experiencia espiritual de sus miembros.
Conciencia en discernimiento: la conciencia es un lugar privilegiado de
intimidad con Dios donde su voz se hace oír, en este sentido, no se refiere a
la autoconciencia, sino que certifica una presencia trascendente. La formación
de la conciencia es un camino de toda la vida y requiere un cuidado interior,
silencio, oración, práctica sacramental, enseñanzas de la iglesia y práctica
del bien.
La práctica del discernimiento: el discernimiento es entendido como un trabajo
de conciencia y una forma auténtica de oración, para la persona que se
encuentra en este proceso se hace necesaria la familiaridad con el señor,
encuentro regular con el acompañante espiritual, práctica sacramental,
disposición del corazón para escuchar la Voz del Espíritu y voluntad de poner
orden en la propia vida. La responsabilidad por la decisión es confirmada a
través de la experiencia fraterna y del servicio a los pobres.
III PARTE – «PARTIERON SIN DEMORA»
Una iglesia joven: la imagen de la iglesia joven que soñamos es la de
María Magdalena, que habitaba por un profundo amor por el señor, corre a los
discípulos provocando el movimiento de ellos en dirección a Jesús resucitado.
La iglesia quiere alcanzar a todos los jóvenes, caminar con ellos y a través de
ellos escuchar la voz del Señor que nos pide conversión del corazón y
renovación de las estructuras. Todos los jóvenes, ninguno excluido, están en el
corazón de Dios y también en el corazón de la iglesia.
I. LA SINODALIDAD MISIONERA DE LA IGLESIA.
Un dinamismo constitutivo: los jóvenes nos piden que caminemos juntos en un
proceso sinodal continuo, a partir de la asamblea y del documento final las
conferencias episcopales y las iglesias particulares están invitadas a seguir
el proceso de discernimiento de forma participativa y corresponsable, con el
objetivo de desenvolver soluciones pastorales específicas.
Un estilo para una misión: “sinodal” es un estilo para la misión que nos
exhorta a pasar del yo al nosotros, considerando los diferentes rostros, sensibilidades,
orígenes y culturas. Es necesario valorar los diferentes carismas que el
Espíritu da a todos, evitando el clericalismo y viviendo la autoridad como un
servicio. Debe ser sinodal también, el diálogo ecuménico e interreligioso,
tener parresía en el hablar y humildad para escuchar.
II. CAMINAR JUNTOS EN LA VIDA COTIDIANA.
De las estructuras a las relaciones: la necesidad de caminar juntos dice respecto,
no solamente de la iglesia a nivel universal sino, sobre todo, a las
comunidades individuales, eso implica pasar de la lógica del delegar para la de
la participación. Debemos repensar la pastoral de la parroquia y sus
estructuras en las que se desenvuelven relaciones auténticas, favoreciendo
experiencias significativas en la vida de los jóvenes. La vida de la comunidad,
nuestras comunidades, son marcadas por la diversidad, un mosaico de muchas
caras, eso permite la inserción de los jóvenes en la vida social llevando la
alegría del Evangelio.
En el anuncio y en la catequesis: es importante el compromiso de renovar el
lenguaje y la metodología, pero sin perder de vista lo esencial, la experiencia
litúrgica a través de la cual los jóvenes crecen en la sensibilidad de la
diaconía, encontrando en el voluntariado y en el servicio el camino para
encontrar al señor.
Pastoral de la juventud en clave vocacional: la iglesia está llamada a ser una casa para
los jóvenes, caracterizada por un clima de familia hecho de la confianza y la
confidencia. Como la vocación es el núcleo en torno al cual todas las dimensiones
de la persona son integradas, solamente en la dimensión vocacional toda la
pastoral puede encontrar un principio unificador, por eso es necesario que toda
la pastoral de la iglesia sea realizada en clave vocacional, especialmente el
trabajo con la juventud.
III. IMPULSO MISIONERO RENOVADO.
Desafíos
retomados: el ambiente digital -
impregnar del Evangelio sus culturas y su dinámica; inmigrantes - recibir, proteger, promover e integrar; mujeres en la iglesia - valiente
conversión cultural y cambio en la práctica pastoral; sexualidad - proponer a los jóvenes una antropología que de el
valor correcto a la castidad, ayudándolos a integrar la dimensión sexual en la
propia personalidad; sobre la economía y
la política y el trabajo - favorecer y acompañar la inclusión de los
jóvenes en este mundo; contextos
interculturales, diálogo ecuménico e interreligioso - los jóvenes
cristianos están llamados a la unidad, abriéndose también a los jóvenes de
otras tradiciones y manteniendo con ellos diálogos auténticos que promuevan el
conocimiento mutuo y la superación de preconceptos y estereotipos.
IV. EDUCACIÓN PLENA.
En un
mundo donde todo está conectado es necesario un nuevo abordaje formativo que
pueda unir las diferentes dimensiones de la persona. Nuestra presencia en las
escuelas y en las universidades debe ser significativa, teniendo en cuenta la
formación integral de los jóvenes. Debemos valorar la experiencia de la misión
juvenil invirtiendo con generosidad, pasión educativa, tiempo prolongado y
también recursos económicos. Al final el sínodo formula tres propuestas para
fomentar la renovación: la formación conjunta de laicos, personas consagradas y
sacerdotes; incluir en la preparación al sacerdocio o a la vida consagrada una
preparación específica sobre la pastoral de los jóvenes, dentro de un
discernimiento genuino encontrar un período formativo en un sentido
experiencial y comunitario.
CONCLUSIÓN.
El sínodo
recuerda que todos estamos llamados a la santidad y apenas a partir de esta
única vocación se pueden articular las diferentes formas de vida. Los jóvenes
necesitan de Santos que formen a otros Santos, mostrando así que “la santidad
es el rostro más bonito de la Iglesia”. También los jóvenes pueden enseñarnos
mucho sobre esa realidad, a través de la santidad de los jóvenes la iglesia
puede renovar su celo espiritual y su vigor apostólico, los jóvenes nos hacen
volver a nuestro primer amor.
Fr Ndega
Traducion a el español: Nomade de Dios
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