Reflexión a partir de Daniel 12, 1-3; Heb 10, 11-14; Mc 13, 24 – 32
Al
inicio de esta reflexión, queremos hacernos una pregunta: ¿Cómo se deben
comportar los cristianos en los momentos difíciles y delante de las incertezas
de nuestro tiempo? Somos un pueblo de esperanza, porque la vida de quien sigue
a Jesucristo está llena de sentido. El mensaje de esta liturgia es un buen
motivo por el que podemos vivir nuestra vocación con alegría, dando razones de
nuestra esperanza, por la fe en Cristo. La certeza de su proximidad es nuestra
fuerza. Recordando el Día mundial de los Pobres, busquemos ser fraternos y
solidarios, pensando más en los otros que en nosotros mismos. Según el Papa
Francisco, “ la pobreza no es fruto del destino, sino consecuencia del
egoísmo”. En este sentido, nadie puede decir: “esa realidad no tiene nada que ver
conmigo”.
El
texto del profeta Daniel es uno de los textos del Antiguo Testamento que hablan
de la fe en la resurrección (ver también 2 Macabeos 7, 9 ). Esa profecía surgió
en una época en la que el pueblo de Israel estaba sobre el dominio griego y sufría
mucho. Muchos de ellos dejaron de creer
en el Dios de sus padres y aquellos que buscaban mantener la fe necesitaban de
un mensaje de esperanza para continuar su camino. Dios está siempre presente en
medio de su pueblo, motivándolo cuando tiene que entrar en situaciones
difíciles. La resurrección prometida es realizada como la resurrección de su
Hijo de entre los muertos, como la primicia de una multitud de hermanos y
hermanas.
La
carta a los Hebreos enfatiza en que el sacrificio de Cristo superó todos los
sacrificios que los sacerdotes hacía en el Antiguo Testamento. Los sacrificios
que ofrecían no tenían fuerza para remover los pecados de las personas, o sea,
eran ineficaces. En relación a Cristo, él se ofrece de una vez para siempre y
por eso mismo su oferta fue capaz de purificarnos de los pecados y dar origen a
una nueva humanidad. En cada misa celebramos el misterio de este sacrificio
único, renovando nuestra adhesión a la vida que él ofrece, para nuestra
salvación y la de todos. La parte que cabe a Cristo es garantizar nuestra
salvación, nos queda a nosotros recibirla y ser instrumento de ella.
Al
inicio del décimo tercer capitulo del Evangelio de Marcos, Jesús anuncia la
destrucción de Jerusalén. Esta revelación motivó a algunos de sus discípulos a
preguntarle sobre las señales, o día y hora de ese dramático acontecimiento.
Jesús aprovechó la ocasión para revelarles otras cosas que deben suceder en
relación a la historia y a la misión de la comunidad que él fundó. Él debe
volver una segunda vez para llevar la creación a la plenitud, reuniendo
alrededor suyo a todos los hijos de Dios dispersos por el mundo entero. Así se
cumple el designio del Padre: hacer de Cristo el corazón del mundo”.
Delante
de la gloriosa manifestación de Cristo resucitado, Hijo del hombre, “los
poderes de los cielos serán derrotados”, o sea, el sol, la luna, reconocidos
como dioses por las culturas antiguas, perderán el brillo. Los poderosos de
este mundo que atribuyen a sí mismos honras divinas (por eso estrella del
cielo), sometiendo a los pueblos y condenando a los pobres a la marginación los
sistemas, también ellos caerán. La mirada de todos se volverá para el
Victorioso Hijo del Hombre, centro y juez de la historia. Él trae consigo el
nacimiento de una nueva humanidad y, por lo tanto, el inicio de una nueva
historia. Sobre el día y la hora de toda esa reversión, nadie sabe, a penas el
Padre.
Aunque
la destrucción de la ciudad de Jerusalén haya ocurrido en el año 70 d. C, la
intención de Jesús no era dar informaciones sobre este evento, sino sobre las
consecuencias de él y de otros para la vida de sus seguidores. Debemos
considerar que cuando Marcos escribió su Evangelio, la comunidad Cristiana
estaba pasando por un período de crisis por una causa de las persecuciones interrumpida,
que causaron la muerte de algunos de sus miembros ( los mártires) y que
llevaron a los otros a renunciar a su identidad, la de los seguidores de Jesús.
Realmente parecía el fin del mundo. Los que perseveran se preguntarán: ¿qué
significa todo eso? Recordar las enseñanzas de Jesús fue fundamental para
retomar lo que dio real sentido a la vida de ellos, conscientes que Jesús es la
referencia para todo, entonces la vida y la historia no caminan para un fin,
sino para una verdadera finalidad: lo propio de Jesucristo.
Jesús
es vencedor sobre el pecado y la muerte y hará vencedores a todos los que lo
siguen. En su vida en el fin de los tiempos, quiere encontrarnos “pacientes y
vigilantes”, fieles a sus enseñanzas, para compartir con él su misma alegría. Su
Palabra nos dice que las tentaciones y dificultades acompañan nuestra condición
de cristianos, pero también nos garantiza la proximidad del Señor: “sabía que
él está cerce, está a las puertas” él sólo quiere ser reconocido y bien
recibido, conscientes de que estamos en sus manos y por lo tanto en buenas
manos. Nada escapa a su mirar. Todo está orientado según su plan de sabiduría y
bondad (San Juan Calabria).
Entonces,
de nuestra parte, confiemos en aquel que está conduciendo la historia. Fuimos
invitados a caminar la misión de su Hijo Jesús y debemos estar atentos a las
señales de su presencia a nuestro lado. Para que él sea verdaderamente soberano
en nuestra vida, muchos faltos ídolos deben perder el esplendor, por ejemplo,
los falsos valores y falsas imágenes de Dios que cultivamos, el fruto de
nuestros miedos, la mentalidad y el comportamiento contrario a las enseñanzas
del Evangelio, etc. ¡Basta de hipocresía! ¡Basta de mediocridad! Existe una
esperanza para su futuro. Vive esto, proclama esto. Vivamos nuestra vocación
con alegría y entusiasmo y todo será bello para nosotros y para los demás.
Fr Ndega
Traduzione: Nomade de Dios
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