Reflexión sobre Juan 14, 1-12
El contexto de este texto es aquel de la Última Cena. Jesús hace su
discurso de despedida y deja el corazón de los discípulos un poco tristes.
Ellos vivieron experiencias intensas con el Maestro y estas configuraran su
identidad de discípulos. Ellos quieren estar con él para siempre. No pueden
seguir adelante sin él porque encontraron en él la razón de su existencia. Sin
él, todo es incerteza y miedo: “Sin mi nada pueden hacer”.
Pero Jesús les pide que no teman, sino que tengan fe. El evangelista
usa aquí el mismo verbo usado en el evento de la tempestad. De hecho, para los
discípulos, la ausencia del maestro trae una sensación que se asemeja al
enfrentamiento de una tempestad, sin saber qué hacer. Y es por eso que Jesús
les dirige palabras de consuelo y coraje, exhortándolos a tener fe e confianza
en Dios y en su constante presencia en medio de ellos. Es necesario superar el
miedo, porque el miedo perturba la experiencia de fe e impide ser testigos.
Jesús dice que va a volver, porque quiere llevar a sus discípulos
consigo para hacerlos experimentar la misma alegría que él experimenta, la
alegría de pertenecer al Padre. Jesús quiere envolver a los discípulos en la
misma comunión que él vive con el Padre. Este retorno da fundamento a la fe de
la Iglesia en su Segunda Venida que será gloriosa y llena de esperanza para
todos y todas.
Pero primero tenemos que recibirlo como camino, verdad y vida. Jesús
es el camino que nos conduce al Padre, su presencia garantiza un verdadero
encuentro con Dios. Él es verdad de Dios para la humanidad y toda la verdad de
la humanidad para Dios; “aquel que es de la verdad escucha su voz” (Jn 18,37) y
permite ser conducido por Jesús a la verdad plena. Jesús es la vida que es dada
libremente, para que las personas puedan tener vida abundante y digna.
Jesús no propone un camino para el Padre; su propia persona es ese
camino. Él es la imagen visible del Dios invisible. En su persona se da la
síntesis más perfecta entre lo divino y lo humano. Por eso, él es el medio más
seguro para ver al Padre y experimentar su misericordia.
Nuestra fe no está basada en un conjunto de reglas para ser
seguidas, o doctrinas para ser memorizadas, sino en una persona, Jesús. Él es
la propia imagen del Padre. Quien ve a Jesús ve al Padre pues Él y el Padre son
una misma cosa. Eso significa que aun siendo diferentes, son la misma realidad
divina que no puede ser separada. Él no necesita mostrar al Padre, estar con él
es estar con el Padre. Cuanto más buscamos conocer a Jesús mucho más amamos al
Padre.
Como expresión concreta de la propuesta de Jesús, la vida cristiana
es un camino para el Padre, porque el propio Jesús es el punto de referencia de
la verdad que buscamos y la plenitud de vida que deseamos. A veces en nuestro
camino hay situaciones que nos causan miedo y que angustian nuestro corazón,
impidiéndonos de hacer una experiencia profunda de la presencia de Jesús vivo.
Hoy él nos invita a tener fe y confianza en Dios Padre que nos ama y
nos atrae para sí. Es por eso que somos personas de esperanza y esta no decepciona.
Como él dice a sus discípulos “no tengan miedo, soy yo”, él continúa a decirnos
a través del Papa Francisco: “no permitan que les roben la esperanza”. El miedo
perturba la fe e impide cultivar la esperanza. La fe en Jesús nos permite ser
testigos valientes de la bondad del Padre, proclamando la verdad de la vida sin
fin que él mismo da a todos con su resurrección.
Fr Ndega
Traducion: Nomade de Dios
Nenhum comentário:
Postar um comentário